lunes, enero 19, 2009

Singleton: Debilidad.

Se reconoció débil de una vez y para siempre, entendiendo la debilidad como la suma de la incapacidad de deshacerse de esos vicios que le daban placeres momentáneos a sabiendas que el costo a la largo plazo podría ser muy alto, y del cinismo de disfrutarlos a pesar de no tener la más mínima idea de cómo justificarse. Vivía pues, a base de esos pequeños momentos llenos de paz, de euforia, de optimismo, que bien podrían morir al segundo siguiente, pero dejarían el recuerdo de su existencia para siempre. Con eso era suficiente. Qué más da lo que venga, ya lo sufrirá cuando llegue y se encargará de hacerlo bien. De momento ahí estaba ella, como otra pequeña fuente de breves alegrías. Ella que no era para nadie sino para sí misma y que volteaba a verlo con una sonrisilla ridícula que lo hacía suspirar sin que supiera bien por qué. No era necesario más que verla, pero ella tuvo la terrible ocurrencia de regalarle un tallo de gladiolas, sólo porque cuando las vio pensó que él podría ser alguien a quien las gladiolas le iban bien. En mi tierra son flores de muertos, dijo, y tú callas como uno.


Con eso se instaló entre sus obsesiones momentáneas y ahora no podía renunciar a tenerla. No pensaba en nada para siempre, o para un par de años siquiera. Sabía que un buen día encontraría algo mejor qué hacer y se iría. Tuvo que decirlo y, para su beneplácito, no encontró rechazo, sino una completa complicidad. La reconoció débil también. Ya sufrirán mañana, cuando no lleguen las gladiolas de los martes o cuando la puerta no se abra para recibirlas, pero de momento un cigarro, una copa y el otro son los pequeños vicios que se procuran para bien existir.


-Aura

 
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