domingo, diciembre 23, 2007

Entrada No. 100

Sin bombos ni platillos. Mejor un bonito video de la campaña Dove por la belleza de verdad.

sábado, diciembre 15, 2007

Blogger me envejece

Hoy, por puro ocio, abrí mi perfil en Blogger... y me va saliendo conque tengo 251 años. ¿Perdóoooon? Si no me aguanto yo sola pensando que ya tengo 25, que son un montón y que ya puedo decir que me acuerdo de la canción, película o evento de hace 10 años y ubicarme en un tiempo en el que yo ya me sentía grande, que los señores de los camiones y el poli que cuida mi calle me digan "señora" y que ya no me pidan la credencial para entrar al antro. No basta con eso. Ahora resulta que blogger le anduvo diciendo a las 260 personas que vieron mi perfil antes que yo (aunque ya no sé si creerle, porque son muchas visualizaciones para tan pocos comentarios) que soy de la edad de la canica.

Para arreglar el desperfecto fui a editar mi perfil y justo en la fecha de mi nacimiento, junto con el día y el mes correcto aparece el año de 1756... ¿quién anda modificando mi perfil? ¿quién?

1756 fue un año bisiesto. Ese año comenzó la Guerra de los Siete Años y justo el día que dice Blogger que yo nací fue la primera celebración del día de San Patricio en los Estados Unidos. No me gusta para haber nacido entonces, me gusta más mi 1982, entre otras cosas porque fue el año que el CD entró en el mercado (aunque yo lo conocí muchos años después) y porque fue cuando se proyectó E.T., que a mí me gusta mucho. Hice pues la corrección correspondiente, cambiando automáticamente mi año zodiacal de rata a perro (¿ven como 1982 es mejor?).

Pero algo, algo, algo había pasado en blogger, porque cuando vi mi localización y mi "sector" me di cuenta que entre los cuentos chinos que cuenta blogger, anda diciendo que yo soy agricultora de Afganistán... válgame. Me dieron ganas de mentir y decir que soy una persona que vive en Mayotte sin ánimo de lucro. Pero ya era demasiado: yo ni sé donde está Mayotte y tengo todo el ánimo de lucro que pueda poseer una persona. Así que mejor puse mis datos correctos y ya... ¿de verdad habrán visto mi perfil 260 veces? Se me hace que mi mamá ya se dio cuenta de que tengo un blog.

viernes, diciembre 14, 2007

Ni me parezco ni me apellido...

El pasado, ese montón de eventos que ya fueron y de los que solo queda el recuerdo y un montón de consecuencias. El pasado puede ser tan lejano que se puede llamar Historia, si tiene que ver con todo y muy poco contigo mismo, o puede simplemente no existir si tiene que ver todo contigo. Y es que realmente, a menos que seas mormón, difícilmente sabrás de tus ancestros directos más atrás de tus abuelos o bisabuelos. En mi caso los relatos más antiguos me describían a mi bisabuelo, padre de mi abuela paterna, del cual nos contó un tío abuelo casi con lágrimas en lo ojos cuando conoció a mi hermano (esto empieza a sonar confuso, es lo que no me gusta de cuando uno empieza a hablar de la familia). Y todo porque resulta que mi hermano es el vivo retrato del bisabuelo: mismas facciones solo que en negativo. Es que mi bisabuelo era blanco y ojiazul, pero semejantes características, distintivas de debilidad en estas tierras mucho más calientes que aquellas donde se dan los anglosajones, fueron perdiéndose en las generaciones hasta que mi hermano nació con todo lo que tenía el ancestro en cuestión, pero un poco más de melanina.

El bisabuelo era un hombre de muy mal genio, cuenta el tío, y muy hombre además. Murió ya grande pero como los meros machos de entonces, a balazos en un pleito por el honor. Un honor muy conservado, porque jamás permitió que el médico le examinara la próstata cuando le dijo que esa era la causa de sus afecciones en la madurez. Esa es la historia de mi bisabuelo y el único dato que tenía de mis orígenes antes de mis abuelos. Y así estaba bien. No me quitaba el sueño esa ignorancia.

Sucedió, sin embargo, que uno de estos días recibí un correo de una tía paterna, con el muy sugestivo asunto de "Conozcan a sus tatarabuelos o bisabuelos maternos". El archivo adjunto era un documento de Word con el nombre de "fotos bisabuelos Altagracia.doc". Abrí el archivo y sí, ahí estaba la foto, que a mí mas bien me parece un buen dibujo, aunque podría ser un daguerrotipo, aunque esto último es solo una suposición sin fundamentos porque nunca he visto un daguerrotipo y no sé si en tiempos de mis tatarabuelos existía ese aparato.


Ellos son mis tatarabuelos, abuelos de la mamá de mi papá.

La revelación despertó mi curiosidad y tuve que enviar a mi tía un correo con preguntas como: ¿Cómo se llamaban, dónde vivían, qué hacían para vivir? ¿Ella hacía quesos a las 6 de la mañana con la leche de las vacas que él compró? ¿El peleó en la revolución o mandó hijos a hacerlo? ¿Ella se casó a los trece años y tuvo hijos de los 14 a los 29?¿El peleó por ella a machetazos con un cacique de pueblo y huyeron a donde nadie los conociera para hacer una familia feliz? ¿Ella se llamó Altagracia?

Pensé que me mandaría al cuerno ante la avalancha de dudas que lancé y que ella no tenía por que resolver, mucho hizo ya con conseguir la foto. Pero hizo un esfuerzo por sacarme de mi ignorancia familiar y me contestó, palabras más, palabras menos, algo así:

"Tu tatarabuelo era como el mayordormo de una hacienda, el que cuidaba el ganado, pero a lo grande ¿eh?, y tenía a su cargo la ordeña (por eso tu abuelita Ana estaba chapiadita tomaba leche de la buena y queso del mejor; ¡ah! y presumía de lo rico del jocoque que era una maravilla).

Tu tatarabuela era una mujer sumisa y obediente, abnegada, que se levantaba a las 4 de la mañana al molino echar tortillas y atender animales, casa, hacer queso, y tener chiquillos, por lo tanto creo que no era envidiable su situación pero gracias a eso existes, que tal que no hubiera querido tener compromisos ni trabajar, ni ser obediente, ni nada de eso.... tú y yo no existiríamos.

De los nombres sólo sé que se llamaban Altagracia Hernández, y el Nicolás Herrera."

¿Hernández? ¿Herrera? Con esa información solo puedo inferir que estos tatarabuelos procrearon puras hijas, porque de Hernández y Herrera ya no queda nadie en la familia (a menos que lo sean esos primos muy lejanos a los que nunca veo y cuyos nombres y apellidos no he registrado en la memoria). O al menos que fue una hija de ellos quien procreó a mi abuela, cuyo apellido paterno era Andrade.

Los rasgos también se han diluido. Puedo ver ciertos rasgos de mi abuela en la cara de Doña Altagracia, pero el conjunto no me recuerda a nadie en particular de mis parientes. Tal vez necesito una segunda opinión o ponerme a comparar fotos de tíos, primos y hermanos a ver que queda de Hernández o Herrera en nuestros rostros de finales de siglo XX (que fue entonces cuando nacimos, aunque nos queramos sentir mucho del nuevo milenio).

Qué caray.

Lluvia de estrellas

Anoche hubo lluvia de estrellas. Las gemínidas eran ellas porque así les pusieron aquí. Siempre he querido desvelarme para ver una lluvia de estrellas. Mi padre me anunciaba la inminencia del fenómeno y prometía despertarme a tiempo para subir a la azotea y ver como caían los restos de un cometa moribundo, o de cualquier otra cosa más grande que se desintegró allá en el espacio, o que no se ha acabado de formar, y que la gravedad y no sé qué fenómenos físicos hacían que se interpusieran en la órbita terrestre y desaparecieran chamuscados por el roce con nuestra siempre protectora atmósfera. Sin embargo, siempre al anochecer me desencantaba diciendo que lo nublado o las luces tremendas de la ciudad no dejarían ver nada. Yo sin embargo me iba a la cama con la intención de no dormir, o si me dormía, de despertar a la hora justa para ver el fenómeno. Pero ni una ni otra: yo que siempre he sido tan feliz en sueños, me quedaba profundamente dormida y despertaba hasta que mi mamá me decía que ya era hora de vestirme para ir a la escuela. Yo me levantaba enojada conmigo por ser tan poco tenaz.

Luego crecí, mi curiosidad de niña fue disminuyendo hasta que yo me enteraba de ese tipo de fenómenos hasta que alguien me los platicaba después. Y acabé olvidando que siempre quise ver una lluvia de estrellas.

Ayer, cuando me enteré de que semejante fenómeno se iba a dar otra vez juré no permitir que sucediera sin ser testigo de ello. Lo bueno de vivir a la orilla de este llano infinito es que las luces de la ciudad son menos. La terracita de mi casa siempre me ha gustado, pero ahora realmente iba a adorarla.

Ya en casa con la idea de pasar un poco de frío por ver quemarse partículas extraterrestres, me llegó un mensajito invitándome a ver lo mismo, pero en el mirador. Bueno, pues allá fui en compañía de parte de la familia putativa, con la que hacía rato que ya no compartíamos noches de desvelos. Despues de un rato, y entendiendo que las luces de la ciudad era aún muy intensas, nos dirijimos a las afueras de la ciudad, en un paraje bien conocido, y considerado seguro donde la lluvia se vio en todo su esplendor.

No sé qué tienen esas cosas que no se ven seguido, el hecho de ver eventos que van mas allá de la realidad inmediata, que me atraen y me calman los ánimos como la música debería calmar a las fieras. Estuvimos hasta altas horas de la madrugada observando caer gemínidas cual prometeos incendiados, aguantando el frío y la tortícolis, no como los machos, sino con ayuda de botana y un poquito de tequila (solo poquito, porque hoy se trabaja y había que manejar a la ciudad).

Esta noche vi llover... solo puedo decir "Qué bonito".

jueves, diciembre 13, 2007

Gringaderas

Hoy amaneció haciendo frío, un frío mas propio de la temporada. A las 10 horas con treinta y tres minutos estamos a 18ºC , con un muy bonito cielo a medio nublar. ¿Qué les cuesta? En este clima tan propio para mí, surgieron desde mis adentros (puesto que tengo muchos, debido a lo complicado de mi personalidad) ganas de escribir mientras que corre un gel y a pesar de que la gente a mi alrededor trabaja como hormiguitas, como yo también debería. I should have diré después, pero mientras escribiré un poco.

Hoy toca turno al tema de las cenas navideñas, solo porque sí y porque en el radio no hay otro tema y yo, tan suceptible, manipulable y poco original, no puedo pensar ya en otra cosa. Recuerdo por ejemplo las cenas en casa de mi abuela, que me heredó además de la predisposición a la diabetes su primer nombre. En ese entonces, cuando todavía toda la familia se reunía con sus mejores galas alrededor de la mesa, la cena era una maravilla, porque mi tía de Chihuahua (con la que también comparto el primer nombre) llegaba con muchas ganas de cocinar. Hacía pues un platillo mi abuela, otro mi tía de Chihuahua y otro mi tía de Morelia (con ella no comparto el nombre). Era una cena buffet, con la salvedad de que había que comer de todo para que nadie se sintiera agraviado. Había toda clase de platillos: pierna de cerdo en no se qué salsa, lomo (también de cerdo), menudo chihuahuense (que no chihuahueño, por favor) con granos de pozole, guisados de res y hasta mole de muchos colores. A parte los siempre tradicionales buñuelos y los atoles multisabores.

Cuando tocaba cena en casa de mi otro abuelo (el materno he de aclarar), viudo desde mi tierna infancia, pero solito él bastaba para convocar a toda su prole y derivados en Navidad; cuando tocaba la cena en su casa, decía yo, la cena era un poco menos abrumadora: un solo plato fuerte y muchos postres. El plato fuerte casi siempre era pozole o enchiladas o cualquier otra delicia de esas que son bien mexicanas y que a mi venerada madre (con la que también comparto mi primer nombre) y a sus hermanas tan bien les quedan. En esta casa siempre había además, piñata y cuetes, por lo menos luces de bengala, y fogata en la calle. Qué bonito era todo aquello.

De las cosas que no aparecen en mis recuerdos cada vez más lejanos, está el pavo, llamado en vida guajolote. Ese que ahora que ya no nos juntamos con la familia porque ya no hay abuelos a quienes ir a ver, a mi mamá le da por preparar, para aprender, a pesar de que ya nomás somos cinco en la mesa y no hay manera de acabarse semejante pajarote. Es que antes, el pavo no era indispensable en la mesa navideña mexicana, y con tanta delicia que tiene el recetario nacional, ni para qué meter semejante gringadera: a mí me sabe más bueno el pollo en mole.

Eso me recuerda una anécdota de cuando mi mamá andaba de misionera del libro y el lápiz en los ranchos de mi tierra. En esos tiempos, conoció mi madre a una mujer ya grande cuyo hijo prófugo del arado le había mandado desde el vecino país de norte uno dolaritos para que prepara la cena navideña "con pavo y todo, amá, ahora que tenemos con qué". Y la pobre mujer, ya no sabía dónde meterse para conseguir un pavo. Ahí anduvo la abnegada madre, buscando quien le vendiera un pavo días y días, angustiada por no poder cumplirle el gusto a su hijo, y por no saber a qué iba saber un pavo. Es hora de aclarar que el único pavo que la mujer conocía era el pavo real, animal harto difícil de conseguir y raramente cocinado por esto lares. Cuando finalmente alguien le aclaro que el pavo que su hijo quería no era otro que el humilde guajolote, regresó la noble madre apunto de un torzón, de puro coraje: "De haber sabido... desos tengo dos en el corral"

Y todo por querer cenar pavo y no un delicioso mole, o un pozole o unas enchiladas. Insisto, esas son gringaderas. Es más, creo que ese día ni se trata de cenar. Pero creo que de eso ya nadie se acuerda.

viernes, diciembre 07, 2007

Se me fue un año

Desde Septiembre no escribo. Eso implica que he tenido realmente poco tiempo de ocio a solas. Si el ocio en general ha sido escaso, el ocio a solas, que es el único que sirve para escribir, ha sido prácticamente inexistente.

Finalmente los meses han pasado, el posgrado se acorta y las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Ya es diciembre y el año se fue como agua entre las manos. Terminé mis cursos, empecé mi proyecto, tuve dos tutoriales y mi estado de ánimo ha fluctuado como acciones en la bolsa en tiempos de incertidumbres.

Es diciembre ya, hace frío, aunque no como esperaba, es tiempo de ponches, piñatas, rosarios y fogatas en las calles y fiestas en las casas. Fue también el séptimo aniversario, uno muy feliz por cierto.

Es diciembre y es tiempo preguntarse cuánto queda por hacer el año que entra. Si alcanzaré a hacerlo en el tiempo establecido. Es tiempo de imaginarme dónde estaré en un año. En realidad ese es un pensamiento muy limitado, porque a estas alturas de mi vida mi futuro ya no es sólo mío, por eso festejamos un séptimo aniversario; así que más que imaginarme dónde estaré, me imagino dónde estaremos en un año. Veo entonces que hay que reacomodar algunos planes. Pero seguimos teniendo la esperanza de que todo saldrá bien.

Es diciembre, ya comí buñuelos y atole de tamarindo. Ya rompí (o lo intenté al menos) una piñata. Pero aún no vuelvo a casa. Me faltan escasos días. Iré, porque allá está la voz que me llama con cariño y los brazos que anhelan tenerme entre ellos. Ya casi se llega esa hora. Después de un año transcurrido, por fin volveré para estar por un periodo considerable. Qué rico.

viernes, septiembre 21, 2007

Chismografía: Cómo inventar una vida.

El rumor es indecente, poco noble y signo de bajeza, según las buenas conciencias; es, sin embargo, indispensable. Pocas personas han estado excluidas de un rumor, bueno, malo o escandaloso. Casi nadie ha evitado colaborar en la generación de uno: poco o mucho, sin ninguna intención o con toda la malicia.

El rumor comparte las caraterísticas del mito y la leyenda. Es muy probable que incluso éstas tengan su origen en su hermano menos sofisticado. Se transmite inicialmente de manera oral, y dependiendo de su alcance o de la calidad social de los personas u objetos implicados, el rumor podrá alcanzar la gracia de ser transmitido por escrito, cosa harto fácil en estos tiempos, donde además una imagen incierta puede acompañar el deformado relato, haciéndolo más interesante, y ser difundido incluso via red.

Como la leyenda, el rumor mezcla sin mesura lugares, personas y eventos reales, con una serie de detalles ficticios que llevan la anécdota a un nivel fantástico. Con el tiempo lo ficticio supera a lo real y todo el mundo se cree enterado de hasta el más mínimo detalle de algo que nunca pasó. Como el mito, el rumor se genera para explicar el origen de las cosas, cosas que de otra manera no entenderíamos, aunque en realidad sean cosas que no tendrían por qué ocupar nuestro tiempo. Un rumor bien manejado debe ser rápidamente difundido, pero con la suficiente discreción como para que el o los involucrados sean los últimos en enterarse, aún cuando hasta aquél que se sienta junto esté al tanto de todo.

¿Por qué el rumor, el chisme vil, es producido con tal diligencia? A excepción de unos cuantos ilustres a los que las vanalidades diarias les tienen sin cuidado, el resto de los mortales hemos participado en la generación y divulgación de al menos un chisme. El rumor se produce con particular eficiencia en los sitios de trabajo con horarios intensivos, como la industria, los hospitales y, por supuesto, los centros de investigación. Aunque también se da muy bien en centros burocráticos. En estos sitios se convive siempre con la misma gente, a veces todo el día, todos los días, y todo gira en torno a un intinerario infinitamente repetido. Los temas de conversación para la hora de la comida se agotan pronto y entonces, la gente se vuelve creativa. A veces, demasiado.

La vida real se torna entonces tan monótona y gris que las habilidades literarias y de cuentacuentos de todos se expresan para llenar de colores y dinamismos imaginarios la existencia de todos los otros. El chisme es pues un divertimento, una válvula de escape, es ese mundo alterno que nos hace olvidar un poco el mundo real que no es siempre tan grato ni tan emocionante.

Desaparecerá primero la raza humana que el chisme. Mientras cada persona viva colaborará en la creación de vidas alternas y tendrá, ella misma, cualquier cantidad de opciones existenciales, aunque tal vez nunca lo sepa. No es pues sano detenerse para evitar que hablen, finalmente, si ladran los perros, será señal de que se va avanzando.


martes, septiembre 04, 2007

Primer aniversario

El tiempo no es mas que la sucesión de los hechos… pues bien, ha sucedido que la Tierra dio una vuelta completa alrededor del sol desde que vine dar a este llano infinito con toda la intención de aprender hasta lo que no imaginé de biología molecular.


Recuerdo bien que en ese entonces no tenía idea del proceso que me esperaba. Todo era incertidumbre e ilusiones. Todo era un sueño que trataba sobre indagar los secretos más íntimos de la vida, un ideal adornado con la cereza de un beca cuyo monto era mayor al de los salarios que obtendría como química laboratorista.


Un año pasó, y las lecciones aprendidas fueron muchas. Por ejemplo, lo periodos de adaptación pueden ser suprimidos y no hay nada mejor para evitar la nostalgia por el hogar y la pareja que un examen el primer día de clases, una buena tanda de artículos que revisar y tareas que llevar a cabo en tiempo récord. También te das cuenta que aquí no hay lugar para el ego. No importa que tan bueno hayas sido en la licenciatura, aquí no eres nadie, hasta que demuestres lo contrario.


El posgrado siempre te alienta a rebasar tus límites: tu dosis diaria máxima de cafeína, por ejemplo, o la cantidad mínima de horas a la semana que requieres para dormir, la cantidad de palabras de inglés que conoces (aún si no llevaste un curso formal de inglés), tu capacidad de tolerar el fracaso, o la crítica. La dependencia a los fines de semana, días feriados y vacaciones se elimina por completo.


La velocidad con la que haces las cosas también aumenta, especialmente en cuanto se refiere a procesos de modificación corporal como cambios de peso, formación de ojeras y envejecimiento en general.


Y claro, si en la licenciatura aprendiste a hacer bromas que sólo los de tu carrera entendían, durante el posgrado el contenido de tus bromas se volverá tan especializado que solo los diez monos de tu laboratorio las entenderán. El posgrado es, pues, una manera de volverse elitista.


Todo esto suena muy rudo, cierto, pero la verdad ha de ser dicha. Sin embargo, este es el camno que elegí y en realidad me gusta. Lo que aprendes, lo que observas, los que haces es tan fascinante que vale la pena. Lo vale… sí... Lo vale… lo vale...

En las nubes...

Ya he dicho que no me gusta el cielo azul, porque es sinónimo de sol intenso y calor agobiante. Pero esa no es la única razón por la que no me gusta el cielo azul.


Se que sonará extraño, pero, ¿para qué es este espacio sino para vaciar las ideas mas retorcidas que se generen en mi revuelta mente? Así que explicare mis motivos. El cielo azul no tiene obstáculos visibles entre al tierra el espacio, como no sea la inmensa capa de gases que es la atmósfera; luego entonces, es la imagen más clara del infinito. No hay nada visible entre mi mortal y terrestre ser y el resto del universo. Es como estar en una casa a la que una tormenta le ha arrancado el techo. Me siento entonces descobijada, destapada, vulnerable, además de infinitamente pequeña: El cielo azul es una vista directa la infinidad del cosmos, no hay límite. El cielo nocturno puede brindar la ilusión de un manto gracias a los objetos celestes que aparentan estar todos a una misma distancia (por algo nuestros antepasados idearon el plano celeste). Pero en el cielo azul no hay nada, ni una sola referencia. Es un abismo.


En cambio el cielo lleno de nubes, además de traer consigo más bajas temperaturas, sombras y frescas brisas (en la mayoría de los casos), también tiene la bondad de ser un límite más cercano a la tierra. Es casi tocable, con un poco de imaginación (o de dinero, para comprar un boleto de avión). Cuando el cielo se encuentra perfectamente cubierto de nubes, mi casa está completa e íntegra, estoy a salvo del exterior, y mi ser no tiene que ser comparado con la enormidad del todo.


Si todo el año estuviera por lo menos parcialmente nublado, ya sea con las nubes blancas de medio día, las grises de tormenta o media tarde, o las coloridas nubes del amanecer y del crepúsculo, con cúmulos, cirros o nimbostratos, si todo el año estuviera por los menos parcialmente nublado, decía, yo no tendría queja alguna. Pero el mundo necesita de la luz del sol, aunque a mí me salgan ronchas.

domingo, julio 29, 2007

...

A veces suceden cosas buenas que no te esperas. Entonces eres momentáneamente feliz.

A veces las cosas buenas que esperas no suceden. Entonces te amargas ligeramente por un instante.

Lo mejor, por supuesto, es no esperar nada nunca.

lunes, julio 23, 2007

Volveré, dije...

... y cumplí. Me explico: El año pasado conocí las playas de mi tierra en aquél tour lleno de anécdotas que emprendí con mi madre y que quedó registrado aquí. Maruta, Faro de Bucerías, San Juan de Alima y otras playitas no industrializadas para el turismo, con sitio para acampar y nada, pero absolutamenta nada que te distraiga de tu propósito de disfrutar la inmensidad del mar y de no hacer nada.

Bueno, pues esta vez no me fui en un camión del año de la canica sino en un Neón mas bien reciente, y no fui con mi familia de verdad y un montón de desconocidos, sino con una parte de la familia putativa que ya conocen. Chayo, Karlita, Rafa, David y yo. 5 monos en un carro, Mochilas al hombro y guía Roji en la mano (porque solo yo conocía el destino, pero definitivamente nadie conocía el camino desde el llano infnito que es Irapuato).

Con la asesoría vía SMS de una bióloga experimentada en estos viajes y la Roji, emprendimos el camino a las 12:00 del día, desapareciendo de nuestros laboratorios mágicamente y sin muchas explicaciones. La ruta fue larga pero placentera: en 9 horas pasamos los estados de Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y Michoacán otra vez. Pasamos por toda clase de pueblitos pintorescos y por lugares tan hermosos como Mazamitla, Jalisco (he de volver). Los chicos se enteraron de que efectivamente el pueblo de Jaimito el Cartero (de El Chavo del Ocho), Tangamandapio, "aquél pueblito de crepúsculos arrebolados", sí existe y no se quisieron ir sin evidencia suficiente:



Posteriormente pasamos por un pueblo Jalisciense llamado San Mames. No quisiera saber cual es la actitud general de los habitantes, ni sus hábitos más arraigados. Lamentablemente no hay foto del recuerdo.

Finalmente llegamos a Maruata de noche, y acampamos en la playita, durmiendo en hamacas o en la arena (porque los cálculos le fallaron al buen Rafa en cuanto a la capacidad de la tienda...). Afortunadamente hacía tanto calor que aunque hubiera sido suficientemente grande, la tienda no se hubiera ocupado. Lo bueno, es que había repelente.



Disfrutamos Maruata de noche, hasta que casi amaneció. Luego disfrutamos Maruarta de día, haciendo absolutamente nada. Que rico. El domingo, el dia tercero, emprendimos el regreso temprano, para alcanzar a pasar a Faro de Bucerías y nadar un rato en sus calmas aguas. Pero no contábamos con la presencia de la marea roja. Malditos dinoflagelados. Obviamente ya no pudimos comer mariscos, que era otra de las cosas a las que íbamos a Faro. Comimos en La Placita, pueblo cercano y de ahí nos fuimos rumbo a Colima. Y de ahí a la realidad. Irapuato.

Ese fue el fin de semana más relajado de todo lo que llevo de posgrado... y ay, cómo lo necesitaba.

Datos adicionales: Maruata se quedó con dos cámaras (una cayó en el agua, otra solo se llenó de arena) y un pedacito de mí piel cuando me revolcó una ola (no se recomienda meterse mucho al mar, es mar abierto). En fin.

viernes, julio 20, 2007

El vuelo del pato

Muchas cosas han pasado en estos días que no he escrito. Algunas de ellas no merecerán mención, de otras no querré hacer tal aunque bien podrían merecerla. Pero unas cuantas las relataré en este espacio porque son simpáticas anécdotas que me place contar.


Entre ellas se encuentra la triste historia del pato infante Lukas. Esta historia empieza unos cuantos meses atrás, cuando mis bien amados hermanos putativos David y Rafael decidieron darle vida al departamento que habitan comprando una mascota. No fue una decisión difícil de hacer ni les llevó varios días y sus noches pensar en la mejor manera de cumplir su deseo. No, no, no. Simplemente, una tarde pasaron por un tienda de mascotas y al tiempo que curioseaban cuales niños maravillados, un pequeño pato tuvo a bien hacer una gracia (que no acabaron de explicar cuál fue) de manera tal que este par de jarochos cursis quedaron prendidos del animal y desembolsaron en un tris cuanto se requirió para adquirir al pato, su alimento y una alberca inflable para que el nuevo miembro de la familia fuera feliz. Justo así, como niños con domingo.


Dado que fue una decisión del corazón, la razón se hizo a un lado. No entró en escena ni siquiera para recordarles a los chicos que su departamento no tenía patio, que en la azotea del edificio había un perro ansioso por salir aunque sea cinco minutos de su vida a la calle y que el único espacio donde podían colocar la alberca era el espacio que funge como sala-comedor-cocina, el cual por cierto, no está muy ventilado que digamos.


Nada fue obstáculo y finalmente el pato se instaló en su nuevo hogar y fue bautizado como Lukas. Su llegada fue divulgada y fuimos invitados a conocerlo. Bonito animal el pato, como casi todos los infantes de cualquier especie.


Los orgullosos "padres" transespecie eran muy felices hasta Lukas comenzó a crecer, a comer más y, por supuesto, a desechar más. Y los muchachos (que son pulcros, a pesar de ser hombres y vivir solos) tuvieron que empezar a hacer toda clase de maniobras para mantener limpia la casa del pato, que no dejaba de ser su propia casa (y comedor, recordémoslo siempre). Afortunadamente, al polluelo aún no le daba por volar.


La realidad empezó a oler muy fuerte y los chicos tuvieron que pensar en liberar a Lukas en algún parquecito o presa cercana. Pobre Lukas. Mientras decidían que hacer, los días pasaban, Lukas crecía y la urgencia de su liberación era cada vez más inminente. No faltaron las propuestas de que un destino "a la naranja" sería lo más conveniente para el pato y para el resto de la familia.


Finalmente, un buen día, o mejor dicho, una no tan buena noche, los padres de Lukas tuvieron que salir de casa para culminar laboriosos experimentos en el Centro que nos da para comer. Cuando volvieron ya no había pato. O sí había pato, pero su esencia, su vida, se había esfumado. Murió inexplicablemente en un lapso de horas.


Creamos ahora que esto es una tragicomedia ficticia. Podríamos decir entonces que al verse repentinamente abandonado a media noche, Lukas temió que sus padres estuvieran echando a andar algún plan siniestro para deshacerse de él. El temor ante la vida salvaje, para la que no se encontraba capacitado fue demasiado, y prefirió morir en el hogar paterno antes que verse solo y abandonado ante la adversidad de la vida real de un pato cualquiera. Qué romántico.


Pero esto es una anécdota, no una novela. Luego entonces, no hay causa de muerte determinada. El departamento volverá a oler a limpiadores y comida casera. Y todavía hay quien piensa que un destino "a la naranja" hubiera sido mejor.


Descanse en paz y vuele muy alto el alma (si existe) del buen Lukas.



EN MEMORIA
LUKAS

sábado, junio 02, 2007

Rumiar (Del lat. rumigāre): Yo rumio.

Se dan los casos en que la gente piensa demasiado las cosas. Cierto complejo de rumiante de ideas caracteriza a ciertas personas y se manifiesta hasta en las situaciones más insignificantes. Suele suceder, como es natural, que estas personas terminen convertidos en personajes complejos, incluso incomprensibles para sí mismos. Son un espejo de todo y tienden a ser un perfecto camuflaje de sí mismos.


Sin embargo, de repente como si nada, cansados de tanto complicar las cosas más simples, se vuelven transparentes. En un momento liberan todo su ser sin dar señas de pudor o recato. Pero no importa porque para estos complejos seres, todo cuanto pasa por sus bocas no es realmente importante. Son cosas que les describen, que los exponen y los dan a conocer, pero no es realmente lo que ocupa sus mejores horas de reflexión profunda. Lo trascendente, lo verdaderamente importante para esto seres, es sólo para ellos. Es un producto tan personal de su actividad sináptica y onírica que es naturalmente imposible de compartir. No hay que preocuparse de ningún arrebato de sinceridad, porque siendo sinceros, no hay nadie quien quiera escuchar lo que realmente le importa a un rumiante.


Los rumiantes de ideas van por ahí con un humor cambiante como el estado de iluminación de la Luna, sin razón aparente para el cambio y sin necesidad de cambios hormonales. Tienden a ser neuróticos y olvidan fácilmente aquellas cosas que no representan buen material masticable (es decir, la mayoría).


La gente normal, carnívoros (por devorar como un filete cualquier evento, idea, contratiempo; asimilarlo fácilmente y esperar a que pase el bocado para ingerir uno nuevo) dificilmente podrá entender las actitudes y reacciones rumiantes. En especial su habilidad para ignorar olímpicamente los eventos y circunstancias que aquellos asimilan tan pronto. Son para ellos entes enajenados y un poco atarantados. Y realmente no importa. ¿A quién le importa lo que digan otros cuando hay tanto que masticar?


Chomp... chomp... Chomp.

sábado, mayo 26, 2007

Madrugar...

Alguna recompensa tenía que tener levantarse para llegar a las siete de la madrugada al laboratorio:

La otra recompensa es que el experimento salga... bueno... este... ¿dije que la visión de este enorme y rojizo disco solar se debió a la quemazón de amplias extensiones de pastizales, que como en tiempo de cosechas, ensuciaron el aire llenándolo de partículas suspendidas? Lástima.

Pura parranda...

Hace ocho días fue el cumpleaños de dos personas de reciente inclusión en mi vida. Dos chicas tan distintas la una de la otra que no sé si algún seguidor de horóscopos podría explicarme tales diferencias siendo que ambas nacieron prácticamente al mismo tiempo.

Una de ellas es mi cohabitante en la casa que me aloja desde que llegué a Irapuato. Su nombre es Fátima, tarda una hora en maquillarse por las mañanas, tiene kilos y kilos de ropa, le gusta mucho bailar, especialmente en los antros nice. Su segundo pasatiempo es dormir y sufre mucho cuando no puede (pena que compartimos). Es muy simpática y si de cumpleaños se trata la fiesta tenía que ser en grande, en el antro de moda por supuesto.

La otra chica es Erandi, una moreliana completamente loca pero adorable. Es una niñota cuyo principal pasatiempo es leer, y luego bailar. No le interesa demasiado la ropa y apenas se maquilla. Le chocan los antros fresas y prefiere los bares con música en vivo y donde despues se pueda bailar de todo, no solo electrónica. Si ponen algo de ska, es feliz. Ella es una de mis hermanas putativas y por supuesto que no podía faltar a la noche de desmanes que pretendía generar para celebrar su cumple.

Ninguna de las dos cumplañeras festejaría en fin de semana, lo pasarían con sus familias. Luego entonces, ambos festejos ocurrirían el mismo día, viernes 18 de mayo, en distintos lugares... ¿qué hacer? Sacrificarme e ir a ambos eventos, por supuesto.








La fiesta de Fatima (azul) fuen en el bluh! antro fresa irapuatense donde toda la crema y nata de varias generaciones de estudiantes de posgrado nos dimos cita para olvidarnos de todo lo que tuviera que ver con biotecnología o ingeniería genética. De repente hasta podríamos pasar por gente normal con trabajos de verdad, ¿cierto?


Dando las doce emprendí la retirada, junto con David y Conchis (quienes también conocían a ambas festejadas) hacia el Trinx un mas bien de medio pelo, pero con un grupo en vivo muy bueno y que además como sus moños son menos la banda pudo compartir con la peque un delicioso pastel de chocolate (¿quién dijo dieta, eh chicas?)










Cuando llegamos nos dimos cuenta que Era había decidido mostrarnos de los que es capaz cuando se lo propone. Fuera complejos, un poco de maquillaje, a enseñar pierna y voilá: ¿A poco no se ve bella ella?










Tanta fue la impresión que los chicos decidieron competir para ver quien le bailaba mejor a la hermosa festejada. Ella se dejó querer.


La familia completa pasó una noche de maravilla, intoxicando de nuevo a las recién desintoxicadas. Después de 10 días de solo frutas y verduras, ¿cómo les caería una noche de alcohol pastel y botana? Parece que ella son muy adaptables pues a la fecha no he sabido de transtornos debido a los excesos de esa noche. Eso sí ellas se desquitaron: Cuando la cerveza fue insuficiente y el antro cerró, aún teníamos cuerda, así que fuimos al departamento de las Acacias a seguirla con dos de tequila... y una tanda de zanahorias crudas, porque era tiempo de que nos integráramos a las Jornadas Irapuatenses de Desintoxicación de Estudiantes de Posgrado, 2007.












Ya, sé. NO SOMOS GENTE NORMAL. Afortunadamente.

martes, mayo 15, 2007

15 de Mayo: Recuerdos de la infancia.

Ser hijo(a) de maestro tiene pros y contras. Por ejemplo: la escuela sigue en tu casa y los fines de semana. Te hacen escribir en cursiva más de lo normal y te enseñan a dividir antes que a tus compañeros. Puede ser que te sientas muy orgulloso de eso y andes con el ego infantil (más grande que el de ningún adulto) todo inflado cuando saques tu 10 en matemáticas con aquella facilidad. Si tus papás tienen el mal tino de inscribirte en la misma escuela en la que trabajan... sufre: todas las maestras te conocen y no puedes portar mal. Tus compañeros se comportan contigo según les convenga: unos son bien buena onda porque tu mamá le dió clase y les caía bien, y otros se dedican a hacerte bromas y a jalarte el pelo por "sangrona" (cuando sangrona solo significa que tienes influencias). Habrá también alguien con quien hayas tenido un pleito infantil y diez años después diga lo horrible que fuiste cuando despues de gritarle, tú y la nieta de la directora, haciendo hábil manejo de lo que ahora se conoce como tráfico de influencias, amenazaron con acusarle con los parientes poderosos si se quejaba del mal trato, aún cuando tu no recuerdes que alguna vez hayas sido tan miserable.

Ah, claro, dije que también había pros: por ejemplo, que la señora de las tortas o la de los dulces te fiaba en el recreo, que al cabo tu mamá le pagaba después. Que si te enfermabas no tenías que esperar a que fueran por tí para sacarte. Bastaba que tu dulce madre pidiera permiso un momentito para llevarte a casa. Podías entrar a ese salón de profesores que suele ser un misterio para el resto de los alumnos, y aunque te dabas cuenta que no era nada especial, podías sentir la sensación de ser privilegiado. Ser hijo de maestro, cuando tus padres trabajan en la misma escuela a la que tú vas a clase acaba siendo pues un símbolo de estatus.

Lo malo, lo verdaderamente malo, es que uno de tus padres sea tu maestro. Horror peliculesco. Ellos serán más rudos y exigentes contigo que con cualquiera, no puedes renegar ni pensar en renegar si quiera. Nunca te dirán que algo está bien con la misma efusividad que se lo pueden decir a otro. Y lo peor, es que nunca será suficiente para que tus compañeros dejen de verte como el hijo del maestro y eso, no es precisamente el mejor mote del mundo.

Pero el día del maestro en casa de profesores es lo mejor de todo: Convivio en tu salón un día antes, no tienes clases el mero día. Tus papás no te molestan en casa porque están en el desayuno o comida organizada en su honor, y regresan contentos llenos de regalos, listos para verse espléndidos con uno.

A mis señores progenitores, anti-marchistas y anti-extremistas, forjados en el rancho y recompensados con la Carrera Magisterial, buenos maestros ellos, felicidades. Ojalá que hoy también hayan recibido muchos regalos, aunque ya no esté ahí para disfrutar los efectos secundarios.

Abrazo.

sábado, mayo 12, 2007

Ellas están locas.

Imaginemos qué pasa cuando se juntan una norteña, madre putativa de ocho guangos de toda la república que además fue designada tía de dos yucatecos atípicos, seguidora del new age y cuanta corriente purificadora del alma y el cuerpo pueda presentársele; ella, junto con una chica que bien podría ser un duendecillo encantador del bosque, que por error no nació hippie de los sesenta o gitana del siglo pasado (o tal vez sí y reencarnó en estudiante de posgrado); ellas y una moreliana atípica por completo, que es en una palabra una niñota, que explora el mundo con la misma curiosidad que un gato pequeño y que entre sus recuerdos hermosos recientes incluye haber visto cuarenta vacas en un carrusel ordeñador (no pregunten).

Agreguemos ahora que estas tres chicas nada normales ingresan a un programa de posgrado en biotecnología, y comienzan a sentir los estragos del estrés de este estilo de vida. Como condimento, hagamos notar que viven en un mismo departamento, sin tele y sin internet. Resultado, sus cerebros alterados comienzan a ser creativos... sí, puede ser peligroso.

Desintoxicación es la palabra clave. Tanto estrés y mala alimentación durante los cursos generó los clásicos cuadros clínicos de los estudiantes de posgrado: colitis, gastritis, transtonos del sueño e irritabilidad cíclica.

Purificar el cuerpo es la encomienda. Entre más extremo mejor, supongo. Y luego, el toque mágico que faltaba. El dato que necesitaban: la dieta de desintoxicación más efectiva de todos los tiempos (como lo son todas las dietas, por supuesto). Ahora ellas solo comen un tipo de fruta al día por 5 días, y un solo tipo de verdura al día por otros 5 días. Diez días de pastura, de vegetales , sin carne ni grasas ni... sabor...

Ella es mi madre putativa (sí, yo soy parte de la familia de 8 hijos), ellas son mis queridísimas hermanas. Las quiero, las apoyo en la mayoría de sus locuras. Pero dejar de comer como mi estómago manda no será nunca algo que pueda hacer.

Si saben de esta dieta, están a favor, en contra o son morbosos y quieren saber como tres estudiantes de posgrado pretenden aguantar su condición comiendo solo peras, pueden saber más y dejar sus comentarios en http://mexicanhealthidol.blogspot.com/ (disponible desde ahora en la sección de links).

Con esta gente me junto... ¡y así las quiero!

jueves, mayo 10, 2007

Ay, no... es mayo.

Estoy sentada en una mesa de un laboratorio que no es el mío, pensando que tendría que estar trabajando, pero me siento abrumada por horribles 30ºC a pesar de que son las 8:40 de la noche. Noche naciente, cierto, gracias a un decreto presidencial que atrasó el atardecer una hora, pero noche al fin, que debía ser más fresca que treinta grados Celsius.

Mis propiedades organolépticas, a diferencia de otras etapas de mi vida (entiendase, desde mi nacimiento hasta hace solo un año), empiezan a deteriorarse con las altas temperaturas. Si sigo a este paso terminaré convertida en una viejita olorosa y casacarrabias gracias al terrible calentamiento global. Este tan llevado y traído fenómeno consecuencia de la vida consumista y derrochadora que dos (¿o tres?) generaciones de seres humanos hemos llevado, además de acabar con bosques y polos, desaparecer islas paradisiacas y generar la extinción de anfibios y, por ende, la proliferación de insectos (según cuenta el buen biólogo Vidal Limón), además de todo esto el calentamiento global, decía yo, tiene la no menos terrible propiedad de generar mi mal humor y la sensación que no quepo dentro de mi propia frontera epidérmica (de la cual ya he hablado antes).

Mayo es en particular un mes caliente... horrible y pegajosamente caliente. No me gusta mayo. En Morelia es el mes de la canícula, como (si no me equivoco) lo describió José Rubén Romero cuando contaba cómo al buen Pito Perez se le fue la vida entra cantinas, celdas y decepciones. Nunca pude acostumbrarme. Pero Irapuato... ¡ay, Irapuato! Es una grosería, una mentada, una ofensa para mi termostato mal ensablado de anglosajón nórdico. ¡Sudo! ¡Yo NO sudaba! Me podía cocer, podía tener cierta sensación de humedad en los plieges (...) pero sudar, lo que es sudar ¡NUNCA! Hasta este honorable 2007 en el que mi humanidad se vió sometida a un estímulo tan fuerte... que no pudo contener más la salitrosa secreción.

Ay mayo... lo bueno que ya solo te quedan 21 días (sí, ya son menos), y ojalá que llueva pronto.

Postdata-sin-relación-alguna: FELIZ DÍA DE LAS MAMÁS. A la mía la veo hasta el sábado, ese día tal vez escriba algo al respecto.

viernes, abril 06, 2007

XXV

Hace veinte días cumplí veinticinco años. Un cuarto de siglo es mucho tiempo. Más cuando pienso que hace 10 años estaba a punto de egresar de la secundaria y empezaba a tomar decisiones sobre mi vida.

Recuerdo muy bien cuando pensaba que alguien de 25 años era todo un adulto, un señor, o una señora, casi. Bien, pues ahora, transcurridos los años, de adultez (y la madurez propia de los años) no siento tener mucho. Quien sabe si llegará algún día. También recuerdo cuando veía a la gente de esa edad creía que se vestía muy anticuada para mi gusto (y yo nunca fui muy trendy). El jueves pasado fuimos al Día de la Rosa, en Guanajuato. Unos cuantos grupos de chiquillos preparatorianos o de primeros años universitarios andaban por ahí con su disfraz de chicos lacios de comercial pantene, con flecos a media cara, expresión de angustia crónica y ojeras artifiales, mangas a rayas y cuerpos lánguidos nos hicieron sentir vieeeeeejos, porque claro, ahora nosotros éramos los anticuados... cielos.

Pero el tiempo no pasa en valde, y no necesariamente esta tiene que ser una expresión negativa. Despues de tantos años, no esperaba por ejemplo, hacer nuevos amigos. Para mí, mis amigos estaban hechos. No los veo seguido pero ahí estaban siempre cuando uno requería una buena oreja para depositar las penas, las alegrías y las cotidianidades sobresalientes. Eran ellos, pocos pero buenos, los que había pasado la prueba del tiempo y de la distancia, los que estaban inscritos como miembros únicos en mis colección de personas que valen penas mayores. Sin embargo, mi aniversario de plata (que solo el nombre tuvo de ese metal... en fin) lo celebré tanto con la familia (oh, gracias), con esos viejos amigos, pero también con los más recientes, quienes han sido una agradable sorpresa a estas alturas de la vida.

Otra bonita nota de estos años fue celebrar al lado de mi compañero de vida. Tantos años juntos y tantas sorpresas aún. No tiene precio.

A todos los que estuvieron conmigo, de cuerpo presente, vía telefónica o electrónica: Gracias.

Los festejos del Vigésimo Quinto Aniversario han culminado.

A lo que sigue.

martes, febrero 27, 2007

Atardecer

Era domingo, la causa de mis desvelos se había vuelto sobre sus pasos rumbo al sitio de origen. Lo vería pronto, pero mientras eso sucedía solo me quedaba disfrutar de mi propia compañía. Me encamino al centro. Un cigarro es bueno para acompañarse cuando se camina solo. La Plaza de los Fundares pintaba bien para avanzar un poco en la lectura de un Ensayo sobre la lucidez. Luego una melodía llamó mi atención: danzón. Fui a encontrarme con la fuente del sonido y allí estaban ellos: adorables octagenarios engalanados como en sus mejores años, bailando más que con los pies, con la nostalgia. No pude resistirlo y me quedé a observar a las tiernas cabecitas blancas bailar como yo no sé, y como aprendré algún día.

Luego otra cosa llamó mi atención: una nube enrojecida que reflejaba la agonía de un sol que ya no podía iluminar más esta parte del mundo. Tuve que moverme para apreciar el espectaculo completo: todo un segmento del infinito cielo ardía en brasas. Hasta que la luz no pudo más y fue devorada por la oscuridad nocturna.

Seguí caminando y me encontre con un grupo de familias que presnciaban una función de títeres... no alcanzaba a escuchar nada, pero los niños al frente debieron escuchar todo porque reían como gente feliz. ¡Ah, los niños!

Húbose acabado el tiempo disponible antes de los autobuses dejaran de pasar y volví a casa. Ah, si... tenía que evaluar cinco proyectos para mañana. Al menos el fin de semana en compañía y
estas tres horas en calma soledad valen la desvelada que vendría.

martes, febrero 20, 2007

Finalmente...

A veces uno tiene que abandonar las dulces comodidades de esta vida para andar por espinosos tramos de terracerías pedregosas y asoleadas. Pero ni es tanto el polvo, ni tan grandes las espinas y no son tan agudas las piedras, lo que pasa es que uno se acostumbra a los algodones de la vida estudiantil, con clase en grupo y desmadre colectivo que sirve para amortiguar el no dormir y el comer a deshoras. Luego entonces, cuando las mismas angustias se tienen que pasar en solitario, se siente más el cansancio y menos la gracia del alumbramiento de las ideas.

En esa etapa me encuentro en estos días. Despues de un entrenamiento físico que debía acostumbrar al cuerpo a su futuro entorno rodeado de aparatos extraordinarios y superficies desinfectadas con etanol al setenta por ciento, de seres vivos y otros que no lo parecen tanto, después de aprender a soportar los cambios de temperatura extremos que implica entrar al cuarto de incubación a 37ºC para al siguiente minuto llevar otras muestras al cuarto frio a 4ºC, después de entender que en esta profesión el hogar es el laboratorio y que para estar ahí no hay hora límite, despues de todo eso, ahora viene el tiempo de aprender a pensar.

Tener ocho días exactos para armar un proyecto de investigación en un tema que no es el de tu elección, basado en la literatura más especializada posible, comprendiendo el qué y sobre todo el cómo, es el último reto a vencer en este camino de iniciación al campo de la ciencia. Es un reto enfrentado en pares, con alguien con quien nunca habías trabajado, tal vez ni siquiera habías hablado. Dos trabajos: entenderse y avanzar.

He tenido buena suerte y hemos avanzado bien (hasta tengo tiempo de divagar por aquí). Pero la camaradería que se generó entre los entes de extraña naturaleza con los que me vine a encontrar es algo que se extraña, porque no siempre se tiene.

Esas ausencias, que ya no dejarán de ser tales, son la espinita que rasga, la piedra que dobla el tobillo al pisarla y el polvo que pega en la cara. No son tantas las penas, pero es muy fácil acostumbrarse a lo que es bueno y es inevitable la nostalgia cuando se debe dejar.

A todos ellos gracias, el camino recorrido juntos fue toda una aventura, de las mejores en mi vida. Sé que serán exitosos en la siguiente etapa, hoy me queda más claro que nunca.

Un gran abrazo.

lunes, enero 08, 2007

Primer día, primera noche... y otras anécdotas postoperatorias.

Las vacaciones fueron una maravilla. Dormir y levantarse a deshoras, vivir toda clase de experiencias familiares, recordar lo que era la vida de falso ermitaño en medio de una ciudad que no ansiaba por recorrer pues prefería encerrarme a ver películas por mayoreo en mi feliz sillón, reencontrarme con viejos amigos y dar tiempo en cantidad y calidad a quien me espera. Regalos dados y regalos recibidos. Ojos sanados. ¿Qué más se puede pedir?
Pero ya era tiempo de volver a este bajío de llanos infinitos, de vientos enérgicos, sol inclemente y frios que calan hasta los huesos, todo en un mismo día. Ya en el Centro donde pretendo alargar mi vida de estudiante me reencontré con los nuevos amigos y me recibieron con una buena noticia: ¡Encontraron mi cartera! (sí, perdí mi cartera hace tres meses y resultó estar en un lugar absurdo, pero al menos estaba intacta).

La mala noticia (que conocía de antemano) era que tenía exámen el jueves. La noticia más mala fue que tenía que preparar una exposición de lunes a martes y estar en clase por sesión doble todos los días hasta un día antes de mi exámen. Por lo tanto, estudio para exámen: por la noche. CONCLUSIÓN: Mis ojitos recién intervenidos tendrían que sufrir un rato.

El exámen no fue un gran problema, pero mi ojo siniestro tardó mucho más en sanar. Ahora todo se ve mejor. Ya me entregaron mis calificaciones. Mi sacrificio ocular valió la pena, y puedo ahora decir que si funcionó la cirujía.

Ya llevo dos películas en el cine, y la emoción que se siente de ver una nítida imagen y de leer subtítulos definidos sin depender de un antifaz de mica es inexplicable. ¿Recuerdas lo que sentiste cuando viste (nítidamente) por primera vez? Sí, y no puedo explicarlo. Snif.

(NOTA: Gracias a mi maravilloso curso de Métodos Experimantales que me entrena para mi futura vida de aislamiento y contemplación en un laboratorio mientras dure la luz del día y el estado de vigilia por la noche, esta nota se terminó de escribir el 25 de enero de 2007.)

sábado, enero 06, 2007

Y se hizo la luz...

Estoy sentada cómodamente frente a una amplia ventana. Puedo percibir la luz del sol pero no puedo ver, mis ojos se encuentran cerrados contra mi voluntad y no puedo mover mis párpados en absoluto. Música instrumental sirve de fondo, evitando la ansiedad. Comienzo a recordar.

Mi primer recuerdo es muy reciente, del pasado inmedianto, hace solo un instante. Estoy recostada boca arriba. Mis ojos enfocan una luz roja pequeña que se encuntra a pocos centímetros de mí, montada en un extaño artefacto que no puedo describir. En seguida otra luz, ésta de color verde, también se dirige a mis ojos. Éstos están totalmente adormecidos, pero son capaces de ver todo cuanto acontece alrededor y en ellos.

Mis párpados son retenidos de su natural movimiento y en seguida unas pinzas logran abrir al máximo los pliegues que protegen a mi órgano visual derecho. Cualquiera que haya visto la Naranja Mecánica o cualquiera de sus múltiples parodias entenderá lo que digo. Observo mi reflejo en la superficie metálica que está sobre mí. No es una imagen agradable y, sin embargo, no tengo miedo.

Me concentro en la luz roja. De repente un ruido como de palomitas de maíz tronando a cientos por segundo se escucha en periodos de pocos segundos. Luego siento que algo toca mi globo ocular sin pudor alguno y alcanzo a ver como un trozo de esa delicada película superficial que lo pretege es desprendida. Todo se ve borroso. Un instrumento pasa sobre el área desprotegida como si la "barriera". Otro ruido extraño. Siento ligeros toques, pero no se ve que nada esté haciendo contacto con mi ojo. Mi pobre ojo.

Veo como se vuelve a colocar la membrana anteriormente retirada. Otro instrumento pasa sobre ella y la "plancha", o algo parecido. Otra vez, ese ruido extraño. El sitio está muy frío. Alguien me cierra el párpado y lo inmoviliza. No se volverá a abrir. Inmediatamente todo se repite con mi ojo izquierdo.

En pocos minutos todo termina. Una voz muy serena agradece mi cooperación y me tranquiliza diciendo que todo está y estará muy bien. En realidad nunca sentí miedo.

No, no es la historia de los experimentos extraños de los que fue sujeto un abducido (¿existe la palabra en español?). Éste es relato de un cirugía lasser. El día de ayer me sometí al procedimiento quirúrgico que me libraría de usar anteojos. No es vanidad, es la necesidad de disminuir mis fuentes de estrés y fugas de dinero.

Me explico. Soy muy distraida, tiendo a perder con mucha facilidad cualquier objeto que pueda desprenderse de mi. Eso incluye carteras, llaves y, por supuesto, los lentes. Además, mis lentes llevan una existencia muy tortuosa para cualquier objeto: los tiro con frecuencia, los aplasto sin querer y finalmente tengo que gastar en reponer las micas o todo el instrumento. Por otro lado, cuando los olvido o definitivamente los extravío, sufro mucho porque sin ellos no veo nada y puede dolerme la cabeza. Pero no debo hablar en presente porque eso se acabó.

Hoy me quitaron la cinta que no me dejaba mover los párpados y tras los exámenes y revisiones correspondientes salí a la calle. La sensación de ver los objetos lejanos (y no tan lejanos) con tal nitidez y de no tener que depender de nada para lograrlo es indescriptible. Sobre todo después de 10 años de depender de los lentes para saber qué dice el pizarrón o qué ruta es la combi que viene.

Los Reyes Magos no puedieron darme mejor regalo ¡GRACIAS!
 
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