viernes, diciembre 14, 2007

Lluvia de estrellas

Anoche hubo lluvia de estrellas. Las gemínidas eran ellas porque así les pusieron aquí. Siempre he querido desvelarme para ver una lluvia de estrellas. Mi padre me anunciaba la inminencia del fenómeno y prometía despertarme a tiempo para subir a la azotea y ver como caían los restos de un cometa moribundo, o de cualquier otra cosa más grande que se desintegró allá en el espacio, o que no se ha acabado de formar, y que la gravedad y no sé qué fenómenos físicos hacían que se interpusieran en la órbita terrestre y desaparecieran chamuscados por el roce con nuestra siempre protectora atmósfera. Sin embargo, siempre al anochecer me desencantaba diciendo que lo nublado o las luces tremendas de la ciudad no dejarían ver nada. Yo sin embargo me iba a la cama con la intención de no dormir, o si me dormía, de despertar a la hora justa para ver el fenómeno. Pero ni una ni otra: yo que siempre he sido tan feliz en sueños, me quedaba profundamente dormida y despertaba hasta que mi mamá me decía que ya era hora de vestirme para ir a la escuela. Yo me levantaba enojada conmigo por ser tan poco tenaz.

Luego crecí, mi curiosidad de niña fue disminuyendo hasta que yo me enteraba de ese tipo de fenómenos hasta que alguien me los platicaba después. Y acabé olvidando que siempre quise ver una lluvia de estrellas.

Ayer, cuando me enteré de que semejante fenómeno se iba a dar otra vez juré no permitir que sucediera sin ser testigo de ello. Lo bueno de vivir a la orilla de este llano infinito es que las luces de la ciudad son menos. La terracita de mi casa siempre me ha gustado, pero ahora realmente iba a adorarla.

Ya en casa con la idea de pasar un poco de frío por ver quemarse partículas extraterrestres, me llegó un mensajito invitándome a ver lo mismo, pero en el mirador. Bueno, pues allá fui en compañía de parte de la familia putativa, con la que hacía rato que ya no compartíamos noches de desvelos. Despues de un rato, y entendiendo que las luces de la ciudad era aún muy intensas, nos dirijimos a las afueras de la ciudad, en un paraje bien conocido, y considerado seguro donde la lluvia se vio en todo su esplendor.

No sé qué tienen esas cosas que no se ven seguido, el hecho de ver eventos que van mas allá de la realidad inmediata, que me atraen y me calman los ánimos como la música debería calmar a las fieras. Estuvimos hasta altas horas de la madrugada observando caer gemínidas cual prometeos incendiados, aguantando el frío y la tortícolis, no como los machos, sino con ayuda de botana y un poquito de tequila (solo poquito, porque hoy se trabaja y había que manejar a la ciudad).

Esta noche vi llover... solo puedo decir "Qué bonito".

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