viernes, diciembre 14, 2007

Ni me parezco ni me apellido...

El pasado, ese montón de eventos que ya fueron y de los que solo queda el recuerdo y un montón de consecuencias. El pasado puede ser tan lejano que se puede llamar Historia, si tiene que ver con todo y muy poco contigo mismo, o puede simplemente no existir si tiene que ver todo contigo. Y es que realmente, a menos que seas mormón, difícilmente sabrás de tus ancestros directos más atrás de tus abuelos o bisabuelos. En mi caso los relatos más antiguos me describían a mi bisabuelo, padre de mi abuela paterna, del cual nos contó un tío abuelo casi con lágrimas en lo ojos cuando conoció a mi hermano (esto empieza a sonar confuso, es lo que no me gusta de cuando uno empieza a hablar de la familia). Y todo porque resulta que mi hermano es el vivo retrato del bisabuelo: mismas facciones solo que en negativo. Es que mi bisabuelo era blanco y ojiazul, pero semejantes características, distintivas de debilidad en estas tierras mucho más calientes que aquellas donde se dan los anglosajones, fueron perdiéndose en las generaciones hasta que mi hermano nació con todo lo que tenía el ancestro en cuestión, pero un poco más de melanina.

El bisabuelo era un hombre de muy mal genio, cuenta el tío, y muy hombre además. Murió ya grande pero como los meros machos de entonces, a balazos en un pleito por el honor. Un honor muy conservado, porque jamás permitió que el médico le examinara la próstata cuando le dijo que esa era la causa de sus afecciones en la madurez. Esa es la historia de mi bisabuelo y el único dato que tenía de mis orígenes antes de mis abuelos. Y así estaba bien. No me quitaba el sueño esa ignorancia.

Sucedió, sin embargo, que uno de estos días recibí un correo de una tía paterna, con el muy sugestivo asunto de "Conozcan a sus tatarabuelos o bisabuelos maternos". El archivo adjunto era un documento de Word con el nombre de "fotos bisabuelos Altagracia.doc". Abrí el archivo y sí, ahí estaba la foto, que a mí mas bien me parece un buen dibujo, aunque podría ser un daguerrotipo, aunque esto último es solo una suposición sin fundamentos porque nunca he visto un daguerrotipo y no sé si en tiempos de mis tatarabuelos existía ese aparato.


Ellos son mis tatarabuelos, abuelos de la mamá de mi papá.

La revelación despertó mi curiosidad y tuve que enviar a mi tía un correo con preguntas como: ¿Cómo se llamaban, dónde vivían, qué hacían para vivir? ¿Ella hacía quesos a las 6 de la mañana con la leche de las vacas que él compró? ¿El peleó en la revolución o mandó hijos a hacerlo? ¿Ella se casó a los trece años y tuvo hijos de los 14 a los 29?¿El peleó por ella a machetazos con un cacique de pueblo y huyeron a donde nadie los conociera para hacer una familia feliz? ¿Ella se llamó Altagracia?

Pensé que me mandaría al cuerno ante la avalancha de dudas que lancé y que ella no tenía por que resolver, mucho hizo ya con conseguir la foto. Pero hizo un esfuerzo por sacarme de mi ignorancia familiar y me contestó, palabras más, palabras menos, algo así:

"Tu tatarabuelo era como el mayordormo de una hacienda, el que cuidaba el ganado, pero a lo grande ¿eh?, y tenía a su cargo la ordeña (por eso tu abuelita Ana estaba chapiadita tomaba leche de la buena y queso del mejor; ¡ah! y presumía de lo rico del jocoque que era una maravilla).

Tu tatarabuela era una mujer sumisa y obediente, abnegada, que se levantaba a las 4 de la mañana al molino echar tortillas y atender animales, casa, hacer queso, y tener chiquillos, por lo tanto creo que no era envidiable su situación pero gracias a eso existes, que tal que no hubiera querido tener compromisos ni trabajar, ni ser obediente, ni nada de eso.... tú y yo no existiríamos.

De los nombres sólo sé que se llamaban Altagracia Hernández, y el Nicolás Herrera."

¿Hernández? ¿Herrera? Con esa información solo puedo inferir que estos tatarabuelos procrearon puras hijas, porque de Hernández y Herrera ya no queda nadie en la familia (a menos que lo sean esos primos muy lejanos a los que nunca veo y cuyos nombres y apellidos no he registrado en la memoria). O al menos que fue una hija de ellos quien procreó a mi abuela, cuyo apellido paterno era Andrade.

Los rasgos también se han diluido. Puedo ver ciertos rasgos de mi abuela en la cara de Doña Altagracia, pero el conjunto no me recuerda a nadie en particular de mis parientes. Tal vez necesito una segunda opinión o ponerme a comparar fotos de tíos, primos y hermanos a ver que queda de Hernández o Herrera en nuestros rostros de finales de siglo XX (que fue entonces cuando nacimos, aunque nos queramos sentir mucho del nuevo milenio).

Qué caray.

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