jueves, agosto 10, 2006

¡AL CADALSO!

¿Quién inventó la burocracia? ¿QUIÉN?

Tal vez los banqueros medievales o los señores de los feudos, que para no perder la cuenta de quién les debía préstamos o impuestos empezaron a llevar registros, inventando los apellidos, los contrantos y cosas por el estilo.

O que tal algún antiguo ejército que quería lleva la cuenta de activos y bajas, de nuecos reclutas, provisiones o cualquier otra cosa que no querían olvidar.

O tal vez algún conquistador que para asegurar que nadie se le echara al cuello después, comenzó a pedir que la gente a su alredeor estuviera perfectamente registrada y, por ende, contralada.

No sé. no sé quien fue, pero en estas semanas quien o quienes fueron responsables (y perpetuadores) de semejante invento del mal han recibido cuantos improperios puedo escupir (y no son pocos) y han sido blanco de mi más virulenta ira.

Entre Hacienda, tesoserías varias, instituciones multicolor y de diversos propósito he andado de arriba a abajo, haciendo, deshaciendo y volviendo hacer... qué fea es la burocracia.

Por eso yo no quería ser grande.

martes, agosto 01, 2006

Para el hombre de bíblico nombre...

Hay cosas que duelen, mucho, poquito, nada. Y otras que solo preocupan, u ocupan, o asustan.

De irme, me asusta ser la nueva (pero es parte del encanto), me ocupan los papeles y los mil y un trámites, me preocupa dar el ancho.

No duele avanzar, pero duele poquito dejar compañeros y consanguíneos atrás.

Pero para doler, lo que se dice doler de veras, duele mucho dejarte a ti. ¿Ya ves? ¿Para qué no te vas conmigo?

Pero sí te vas, porque eres parte de mi equipaje, como quien dice, requisito indispensable para vivir y sobrevivir en cualquier parte. Te llevo en una foto y un peluche, en el último beso y muchos, de verdad muchos recuerdos. Te llamo en los sueños y en los ensueños. Sé que responderás porque nunca te has negado.

Pero no te vas porque tu vida se queda aquí, y aquí va a estar siempre. Y si tu vida se queda, la mitad de la mía también. Entonces nunca me iré por completo. Entonces he de volver, nada más a descubrir que irme, lo que es irme, nunca me fui.

Hay cosas que duelen mucho, poquito, nada.

Cuatro horas de distancia duelen mucho. Y no puedo dejar de pensar en eso, y me curo de dolor a priori pensando que siempre habrá un fin de semana, un receso, un puente, vacaciones que acorten el espacio, de allá hacia acá o viceversa.

Hay cosas que duelen, pero que las tienes que sufrir. No hemos de ser nada antes de pasar por ese fuego forjador. Entre más cale, más fuerte te hace, a menos que te chamusques en el intento.

Hay cosas que duelen, pero en lo que llegan hay que aprovechar el abrazo, el beso; hay que generar el recuerdo, para que esas cosas, cuando las tengamos enfrente, duelan menos, poquito, nada.

Je t’aime beaucoup


 
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