miércoles, octubre 28, 2009

Singleton: Arte

Tomó una psique de cristal. Transparente, de diseño complicadísimo, frágil. La puso en la mesa, justo sobre un orificio por el que pasaba un haz de luz tan tenue que nadie había visto. Pasó la chistera y la mano con guante blanco alrededor del objeto que se tornó multicolor. Todos aplaudieron y le llamaron mago.

martes, octubre 27, 2009

Pesadillas

Anoche acabé mi pequeño cartel introductorio por ahí de media noche (no sé bien a qué hora porque algunos relojes de mi casa siguen en el horario de verano, muy cálidos ellos). Estaba agotada, molida, muy, muy cansada. Afortunadamente, pensé, por estos días basta con que ponga la cabeza sobre la almohada para perder la conciencia y ser feliz. Por estos días, menos ayer.

No sólo no puede dormir de inmediato sino que cuando lo logré, tuve a bien producir los más horrorosos sueños que he tenido en mucho tiempo. (¿Qué soñaste? dijo mi madre, ¡No soñé! ¡No fueron sueños, fueron pesadillas!, le contesté cuando tuve mi primera experiencia desagradable de ese tipo, como a los tres años).

Soñé con mierda. Asquerosa, abundante, adherida a las paredes de mi cuarto, sobre el piso, sobre la cama, el escritorio, todas mis cosas. Fétida. Mierda.

Desperté con asco y ansiedad. Busqué en todos lados, por si el gato había hecho una gracia y no me hubiera percatado antes. Nada. Todo limpio. Volví a dormir.

Soñé con el mismo cuarto, en las mismas condiciones. O casi. Porque ahora sobre toda la inmundicia comenzaban a correr arañas. Arañas grandes, grises, peludas. Con sus ocho patas y su exceso de ojos. Muchas, incontables, subían desde un rincón y llenaban las paredes y la cama sucia. Se metían en los zapatos y entre la ropa. Lo cubrían todo. Detestables.

Desperté con mucha ansiedad. Prendí la luz, sacudí las sábanas, busqué arañas. Nada. Volvía a dormir.

Soñé conmigo, padeciendo de una obesidad mórbida, con mi cara deformada, sucia, los dientes rotos y muy amarillos. Jirones por ropa, costras de mugre, sin zapatos, pegotes de suciedad en el pelo, tirada no sé dónde. Horror.

Desperté enojada, con dolor de espalda, muy, muy cansada. Descansé con un largo baño con agua caliente.

Ahora ¿cuál es mi pinche problema?

domingo, octubre 11, 2009

Singleton: Fobos.

Siendo el exterior algo completamente desconocido no era extraño que le tuviera tanto miedo. Era mucho mejor estar en este pequeño, oscuro y a veces frío hueco entre las rocas. O lo había sido, hasta que se volvió demasiado oscuro, demasiado frío, ruidoso. Sobre todo ruidoso. Soniditos extraños que no podía reconocer, que no dejaban dormir y que podían asociarse a toda clase de pequeños enemigos que podrían atacar en cualquier momento, por la espalda y sin avisar.

Llegó entonces el día en que los ruidos no le dejaban ni pensar. No paraban de sonar un solo segundo. Zumbidos, siseos, repiqueteos. Los huesos dolían con la humedad y el frío y no entraba ni el más diminuto rayo de luz. Cuando unas piedras pequeñitas que caían del techo golpearon su cabeza fue el fin de la cordura. Entonces el miedo el miedo de salir quedó hecho nada ante el miedo de quedarse ahí.

Y afuera el viento fresco, la luz del día, el suave pasto y todos los colores le recibieron, mientras trataba de explicarse aquél inútil pavor.

domingo, octubre 04, 2009

Punto 0.

La parte buena de olvidar todo es que la capacidad de asombro no se pierde. La novedad no se acaba nunca, o no por mucho tiempo. La semana pasada ví por primera vez en muchos años una muestra clínica teñida en el microscopio, y sentí lo mismo que cuando ví por primera vez en mi vida aquella tela de cebolla, teñida de azul. Ahí estaban, las células humanas y los pequeños bichos que no dan tregua. Las primeras de azul, las segundas de rosa (como si fueran la cosa más tierna sobre la faz de la Tierra y no nuestros enemigos). Laminilla perfecta. Una mano experta las había preparado para mostrarme cómo debo hacerlo yo dentro de poco.

Lo mejor de todo es que con el tiempo uno se da cuenta que en realidad no lo olvida todo, cuando estás ahí reconoces lo que es, por qué, cómo y bajo qué circunstancias. Entonces vuelves a sentir lo mismo que la primera vez, pero mejor, porque sabes lo que tienes enfrente.

Y así, una vez más, desde el punto 0, en el que todo está por venir, puedo volver a decir que no me puedo imaginar haciendo otra cosa.
 
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