Tomó una psique de cristal. Transparente, de diseño complicadísimo, frágil. La puso en la mesa, justo sobre un orificio por el que pasaba un haz de luz tan tenue que nadie había visto. Pasó la chistera y la mano con guante blanco alrededor del objeto que se tornó multicolor. Todos aplaudieron y le llamaron mago.