jueves, mayo 11, 2006

Gris, hermoso gris (A blue post)

El calor llegó a ser insoportable desde las once. No hallaba sosiego dentro de mi sudorosa piel y eso que no hacia más que andar dentro del blanco y por lo general fresco laboratorio. El cielo se veía azul. No demasiado azul, porque un incendio que no se alcanza a ver por ningún lado ha dejado su fumarola inundando la ciudad y ha provocado que los cerros más lejanos se vean, también, más azules.

A punto del delirio claustrofóbico dentro de mí misma, ya que mi cuerpo dilatado por el calor no cabía en el espacio que tenía asignado, imploraba por el regalo divino de la lluvia. Pero la tirana claridad de la bóveda celeste no parecía compadecerse de los sudorosos (y, en algunos casos, hediondos) mortales. Así, con la sensación de ser nosotros mismos un platillo al horno, salimos a comer.

(Las aguas frescas son el mejor invento del mundo, especialmente si la fondita las ofrece ilimitadamente. Se acabaron dos jarras antes de que llegara el guisado y fue lo único que nos permitió olvidar la temperatura atmosférica. )

Finalmente llegó la lluvia. No como hubiera querido, sino una lluvia tímida, lánguida, que sólo por un momento se convirtió en un aguacero efímero, y que nunca pudo ensombrecer al sol infame. Resultado: En lugar de cocernos al horno, nos cocíamos al vapor. ¡Ay, no!

Ya en la segunda parte de mis labores, por la ventana descubrí el más hermoso paisaje: Un cielo completamente gris, sin un solo trazo de azul. Los árboles se mecían más de lo normal y las hojas y las bolsitas de papitas recorrían el piso velozmente. Abrí la ventana y un ventarrón fresco entró dando paz a mi afligido organismo.

¿Quién dijo que el cielo más hermoso era azul? Claro, a ese de seguro no le sale salpullido por exposición al sol.

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