lunes, mayo 26, 2008

Fragmento II

La verdad es que en el fondo siempre quiso morirse. En su vida llegó hasta donde la inercia le llevara y siempre que hizo falta algún esfuerzo extraordinario para seguir avanzando, simplemente se detenía, hasta que encontraba otra dirección a donde la inercia le siguiera llevando. Tuvo suerte, pues viviendo así llegó bastante lejos, más de lo que se puede esperar de alguien que solo va impulsado por la corriente, sin tomar decisiones ni asumir riesgos.

Ahora puede detenerse para siempre, sin hacer ningún esfuerzo, ni oponer resistencia alguna. Solo basta hacer lo de siempre para llegar al fin del camino, uno que a su juicio ni siquiera debió iniciar a recorrer. Al fin
, después de toda una vida, tiene la certeza de ir en dirección correcta.
-Aura

viernes, mayo 23, 2008

Bien me lo decía mi madre I

"Deberías tomar unos cursos de computación para que te enseñes a usar Excel, Word y esas cosas y luego me digas como"

Yo: Nel, picándole se aprende todo lo que se necesita.

Mea culpa: Ahora sufro mucho intentando analizar y comparar tablas con miles de datos... y cuando la gente que sabe excel me soluciona algunos de mis problemas me quiero dar de topes por no hacer caso a mi sabia madre.

Chale.

miércoles, mayo 21, 2008

Microsueños: Pasos en falso

Husmeando en la red, de blog en blog, llegué al blog de alguien que no conozco, el amigo de un amigo, quien hablaba de reiniciar el cerebro con sustancias legales para casos de desvelo extremo forzado por exceso de trabajo. El método incluye una siesta y en los comentarios aclara que en el proceso se pueden generar microsueños reparadores, y como el tema de la semana son los sueños, pues aquí voy otra vez.

Desconozco el proceso del sueño, pero la palabra microsueño me trae a la mente esas brevísimas imágenes que alcanzo a generar justo cuando estoy perdiendo consciencia de mi alrededor, segundos después de cerrar los ojos. Mi madre, por ejemplo, dice que desde niña la primera imagen que formaba era la de un montón de números pasando frente a ella a gran velocidad, muy al estilo Matrix. En mi caso, suelo ver mis pies. Sí, veo como estoy de pie frente a un escalón, o un charco o un hueco en el piso, y voy a dar el paso. Cuando doy el paso el escalón desaparece o el charco y el hueco se vuelven más amplios y profundos. En ese momento tengo una sensación de caer al vacío rapidamente, mi pie da un estirón, y toda yo brinco. A veces esos brincos me traen de regreso a la realidad, a veces no... simplemente todo se vuelve negro y duermo formalmente. A veces ni siquiera me doy cuenta que di el brinco, solo sé que lo doy invariablemente porque mi madre jura que así es desde mi tierna infancia.

Algunas personas me han dicho que sus primeras imágenes son momentos del día, o rostros, o muchos colores e incluso hay quien me ha confesado que también brinca cuando comienza a dormir. Mi pregunta es ¿todos tenemos esos microsueños? ¿Tendrán alguna función? Por ejemplo, indicar al cerebro que se está entrando en un estado onírico... ¿alguien sabe?

jueves, mayo 15, 2008

Insomnio

Recuerdo bien mis tiempos de largas noches de vigilia, nunca por gusto. En esos tiempos dormía muy pocas horas diarias y no siempre de corrido. No descansaba, pues mi mente se ocupaba en generar los sueños más extraños y largos que he tenido nunca.


Fue entonces cuando soñé, por ejemplo, que caminaba por un bosque y acababa frente a un carro de los años 50s, de colores pastel, que me esperaba; al subirme me doy cuenta que junto a mí está una muñeca de porcelana, de esas antiguas, que tiene mi aspecto y cuando me miro en el espejo retrovisor me doy cuenta que yo tengo el aspecto de una muñeca de porcelana típica, con caireles, vestidito y todo. Luego el carro avanza por un puente colgante de madera sobre un barranco enorme para detenerse a la mitad, donde yo desciendo del coche para entrar en una casa que está junto al puente, suspendida de algún modo en el aire. Muchas cosas extrañas pasan dentro de esa casa, donde ya luzco como soy y no como una muñeca.


También por esos tiempos soñé como una extraña gárgola me perseguía mientras corría hacia el oeste por la avenida principal de Morelia durante la noche. Corría y avanzaba hasta que se me ocurría voltear a mi izquierda y entonces me volvía encontrar en el punto de partida: frente a la Catedral, y esto sucedió n veces, hasta que dejé de soñar.


Otro sueño extraño de esos tiempos fue uno en que me veía llegar en un taxi a una antigua casa, con techo de dos aguas y toda de madera, de dos plantas y reja al frente, del estilo de las casonas de terror de los americanos. Sabía que era mi casa y que volvía después de mucho, pero mucho tiempo. Al interior, a pesar de que por fuera se veía enorme, solo había una pequeña sala de estar, con un silloncito rojo al centro, una mesa pequeña al lado un librerito pegado a una pared, con muchos papeles regados por todos lados, y mucho polvo. Había también una escalera para llegar al segundo piso. A diferencia del primero este sí era enorme. La escalera llevaba a un pasillo y cada lado del mismo se formaban dos patios, alrededor de los cuales había muchas puertas. Cada puerta correspondía a una habitación, todas habían sido mi cuarto alguna vez. Unos eran muy elegantes, otros muy limpios, otros muy iluminados y otros muy oscuros. Había incluso uno pintado de amarillo (odio el amarillo). El sueño se fue en recorrer todos los cuartos, en el más absoluto silencio.


Entre esos sueños también está aquél en el que estando en alguna situación angustiosa y desperté, sintiéndome aliviada; pero poco después me dí cuenta que seguía soñando y quería despertar de verdad, y desperté realmente, aunque al principio no estaba tan segura.


Estos son tiempos otra vez de no dormir, gracias a la canícula. Ya generé mis primeras imágenes bizarras, revolviendo épocas y espacios que en la lógica de la vigilia no tendrían por qué coincidir. Sin embargo, dudo de tener una época tan creativa como mis tiempos de insomnio. ¿Qué iré a soñar ahora?

miércoles, mayo 07, 2008

Troncones, Guerrero.

Hace un año fui a Maruata, hace dos también (fue entonces cuando la conocí). Este iba a ser mi tercer año consecutivo, pero no fue así. En lugar de ir a Maruata conocí otra playa, de esas en las que hay poca gente, y que casi nadie conoce en el país.


Esta vez salimos de Morelia al amanecer del viernes dos de mayo, en compañía del objeto mis ensueños y de una pareja de amigos. Manuel, dueño del carro en el que viajaríamos llegó hora y media tarde, así que el viaje empezó a las seis y media en un Chevy Monza sin estéreo pero con una grabadora… sin pilas. Resignados a un viaje sin banda sonora, nos dirigimos rumbo a Lázaro Cárdenas por autopista. Si bien la primera parte del viaje transcurre entre verdes cerros llenos de huertas de aguacate, para la segunda mitad uno entra en la región de Tierra Caliente, cuyo nombre lo tiene ganado a pulso. La vegetación se reduce a mezquites, saguaros y otros arbustos espinosos y cactáceas. Solo de ver el paisaje da sed. Afortunadamente pudimos dejar abiertas las ventanas, ya que pasamos temprano y el aire aún no se calentaba.


Cerca de las diez y media llegamos al entronque donde el camino se desvía a Lázaro Cárdenas o a Ixtapa. El destino estaba camino a Ixtapa. Majahua, se llama, y no aparece en la Guía Roji que me prestó Rafa. Troncones es el pueblo más cercano, en cuya playa también nos podemos quedar. Troncones tampoco aparece en la Guía Roji. ¿Algún otro pueblo de referencia?, le pregunto a Manuel. No, no sé, me contesta; pero debe haber algún señalamiento, dice confiado. Ahí vamos. La carretera sigue y sigue, no hay pueblos intermedios, a pesar de que la Guía señala dos. De repente, en el horizonte se levantan varias torres. ¿Esos no son los hoteles de Ixtapa?, pregunto. Sí, lo que quiere decir que ya nos pasamos. Sofía, quien hace las veces de copiloto está a punto de matar a alguien pues hace dos horas que preguntó cuanto faltaba de camino, le contestamos que como una hora, por no querer hacer cálculos y por molestar, también. Ahora que no sabemos en qué punto del camino pasamos Majahua, pide que nos paremos a desayunar.


Paramos, nos disfrazamos de turistas y desayunamos. Preguntamos en una tienda cómo llegar a Majahua. Efectivamente teníamos que tomar el camino de regreso, y seguir derécho, derécho, pa'llá pa' Lázaro y dejpués del entronque, dar vuelta en la curvita que'jtá frente a la gasolinera, ahí lueguito se ve, no hay pierde.


Bueno pues, entonces dimos vuelta equivocadamente. Ahí vamos de regreso, pasamos un entronque… que no reconocimos, y la carretera que al parecer era estatal, nos llevó por los pueblos que marcaba la Roji y que no habíamos pasado camino a Ixtapa. Ahí nos detuvimos a confirmar que íbamos caminio a Majahua. ¿Confuso? Sí, bastante. Luego de un rato nos volvimos a incorporar a la carretera por la que inicialmente llegamos. Manuel bajó la velocidad en lo posible para no perder de vista ningún señalamiento. Justo cuando sentíamos que ya íbamos a llegar a Lázaro, vimos al final de una curva un gasolinera, y antes una desviación que apenas se notaba. Ahí estaba también un comedero, arriba del cual había un anuncio que decía "Majahua Palm" con su flechita: ése era el camino. Seguimos hasta que acabó la carretera, y llegamos a Troncones, pero nosotros íbamos a Majahua así que no nos paramos. Seguimos por terracería unos minutos y pasamos a otro país.


Bueno, está bien, no era otro país. Pero parecía. Estaba lleno de cabañas con todos los servicios, con capacidad para poca gente, pero con muy buenos acabados. Todas decían "Welcome" "Vacancy" o "No vacancy" y anunciaban sus servicios en inglés o hasta en francés. Alguna tenía el letrero de se vende, y había que comunicarse con Jhon Don't-remember-lastname, a su correo electrónico. Chale. Enfrente había toda clase de tiendas y servicios, hasta un gimnasio donde podías tomar clases de spin, yoga, pilates, etcétera. Doble chale.


Pasamos la zona VIP y no podíamos dar con la entrada a la playa. Finalmente lo logramos, y nuestro cansancio no hizo ver la playa muy disminuda de lo que realmente era. La arena se veía sucia y el mar revuelto, además de tener tremendas rocas negras y afiladas regadas en la orilla del playa. Con paciencia nos pusimos a ver con más cuidado. La playa no estaba sucia: el mar sacaba cualquier cantidad de piedritas y conchas de todos colores. Las rocas, llenas de algas y corales no se veían tan peligrosas de cerca, además de que entre las piedras el agua llegaba libre de arena, limpia, diáfana. Y donde no había rocas, el mar en realidad no estaba tan revuelto. Como sea, nos dio la impresión de que Troncones podía estar mejor. Ahí vamos de regreso.


Llegando, como ya era tarde, pedimos permiso de instalar la casita de campaña frente a un restaurancito llamado Ma. Jezabel, cuyo dueño solo nos pidió como cuota que consumiéramos ahí. El paisaje era muy parecido a Majahua, solo que las olas rompían muy lejos de la playa.


El viernes se nos acabó pronto, pero el sábado temprano nos levantamos a disfrutar de este lugar. Que las olas rompieran lejos de la playa nos dio oportunidad de meternos con confianza al mar, cuyo nivel difícilmente subía de la cintura, y las olas llegaban ya bastante mansas. Para mí, que no se nadar y temo a las olas, fue una maravilla poder pasar toda la mañana metida en el agua. Solo éramos nosotros, y un lugareño que entre las rocas se metía a cazar cangrejos. Sus perros simpatizaron con nosotros y nos siguieron, jugando, por toda la sesión de fotos a lo largo de la accidentada orilla hasta que su dueño terminó la caza y les llegó la hora de volver.


El domingo lo pasamos en Playa Linda Zihuatanejo, popular entre los locales, solo por curiosear. El mar en calma, la arena muy fina. Pero ay, qué gentío, qué basurero, qué ruido. Qué triste. Prometo procurar pasar mis días de playa en playitas semivírgenes. No prometo, sin embargo, prescindir del todo de las comodidades de un hotel. Pero eso sí, prometo nunca, pero nunca, dejar basura en la playa (no es que lo haya hecho, pero tenía la necesidad de prometerlo solemnemente).

viernes, mayo 02, 2008

No melodioso ruido de pájaros.

Aún no tengo la foto de los abundantes zanates o tordos que alcanzaron ya la calidad de plaga en esta ventosa ciudad. La única vez que pasé cámara en mano por uno de los sitios de concentración de estas aves la luz ya no era favorable para tomar una buena foto, pero sí filmé un videito con la única intención de dejar constancia del escándalo que estas aves son capaces de generar cuando su árbol favorito termina sobrepoblado.




Miedo.
 
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