lunes, mayo 08, 2006

Museo Viviente

Pátzcuaro es un pueblo mágico. Y no porque lo diga la Secretaría de Turismo. En esta ciudad he vivido momentos hermosos. Me he mojado bajo la lluvia en el muelle (yo me mojo bajo la lluvia en culaquier lado), he compartido la mesa con muy grata compañía, perdí a mi madre (la volví a encontrar hasta que regresamos ambas y cada quien por su lado a Morelia), he paseado por su centro uniforme en días solitarios (muy pocos) y días bastantes concurridos (los más).

Es una ciudad que me gusta mucho. Primero fue por su lago al que, al menos que la nostalgia me traicione, conocí en tiempos en los que entre el muelle y las islas solo había agua. Luego por el centro (que para mí es toda la ciudad), en el que con un poquito de imaginación, se puede ver la vida de otros tiempos. Con todo y eso, nunca podría vivir ahí. Me sentiría intrusa, como puesto ambulante a media calle. Y es que la veo como una ciudad museo, una hermosa galería viviente a la que soy libre de entrar y salir cuando quiera, pero en la que jamás nunca podría irrumpir con insulsas cotidianidades.

Continuando con lo primero, uno de esos días con mucha gente y poca paz fue el pasado Sábado de Gloria. A un día de haber llegado de la playa y de haber conocido Comala, fuí con un grupo de consaguíneos de varios grados a recorrer una vez más esta ciudad. Un día antes, en Morelia, habíamos presenciado la Procesión del silencio (que gracias al exceso de turista, por poco pierde el nombre), así que no esperábamos encontrar nada particular.

Sin embargo sí lo encontramos. Primero la Plaza Vasco de Quiroga contenía un gigantesco tianguis de artesanias, muchas y variadas, unas baratas, otras muy caras; eso fue lo de menos ya que no tenía yo un solo quinto y por ver todavía no cobran. La danza de los viejitos (que nunca me canso de ver) se llevaba a cabo en el centro de la plaza y era vista por varios turistas de todos lados, idiomas y colores.

Lo más raro fue que al atardecer cerraron el centro "para la marcha del silencio"... Hasta donde yo sabía, esta procesión siempre era en Viernes Santo. Pero aquí no. En Pátzcuaro el Viernes Santo hay una procesión de Cristos (el próximo año tendré que verlo) y la del Silencio es el Sábado de Gloria. Esta tradición católica siempre me ha impresionado, una, por los encapuchados, dos, por el silencio casi total que suele imponerse, y finalmente porque al final, las mujeres vestidas de negro, con mantilla en la cabeza, cargan a hombros un imagen por general tamaño natural, de la Madre Dolorosa, igualmente ataviada con ropajes negros. La imagen suele estar en una base de madera sobre la cual, además, se colocan mil flores y veladoras. Debe ser muy pesado, y las señoras (algunas ya de edad) la cargan por la larga ruta de la ciudad, que además no está pavimentada, sino empedrada.

Detrás del cortejo fúnebre iba un grupo de personas ataviadas como los católicos suelen representar a los hebreos en tiempos de Cristo, cargando mantillas con los distintos símbolos del tormento de éste. Por ahí iba también un personaje que parecía mas bien romano, y sus esposa. A mí me dió la impresión de que era Poncio Pilatos.

La procesión terminó ya muy noche. Nosotros salimos de regreso a casa antes de que acabara y me quedé con más imágenes para alimentar la nostalgia cuando eso sea todo lo que tenga en la vida.





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