jueves, marzo 19, 2009

Tierras prometidas

Desde los 12 años su afición a la animación japonesa lo llevó a informarse sobre todo lo referente a la vida y costumbres de ese país. El interés por la historia y geografía del lugar vino casi al mismo tiemo. Con el tiempo el cine y la literatura nipona complementaron las horas de ocio que antes dominaba el anime y finalmente comenzaron los intentos por aprender el idioma. Para entonces la fascinación ya se había extendido hacia toda Asia: Ya era capaz de distinguir entre lenguas chinas, el coreano y el japonés, de reconocer la escritura correspondiente e incluso la fisionomía de las personas de cada región y de individuos dentro de un país (para él, no todos los chinos son iguales). Pero Japón seguía siendo ese lugar donde estaba cuando dormía y donde quería seguir estando al despertar. Era la tierra prometida, prometida a él por él mismo. Tenía que conocerla antes de morir a como diera lugar. A pregunta expresa, sentenció la última noche de Diciembre que su propósito para el año nuevo era ir a Japón. Sí claro, bueno, échale ganas. Chicle y pega. Es Marzo, ya anda allá. Pegó el chicle.

Después de los 15 años, ya bien entrado en las corrientes del rock sinfónico y oscuro se enfrentó con el idioma alemán en las canciones que más le gustaban. Claro, Alemania nunca ha sido un sitio desconocido para nadie. Dos guerras mundiales le han asegurado para siempre una fama que no puede ser ignorada por nadie. El holocausto, como sucede con muchas personas, le despertó un interés particular. El carro para el pueblo, el todo terreno del ejército alemán, el Volkswagen Sedán se volvió objeto de culto y deseó tener uno de colección. Cuando dejaron de fabricarlo sintió la nostalgia de quien vivió en ese auto sus mejores anécdotas de juventud, sin que así hubiera sucedido. Finalmente hace esfuerzos por aprender el idioma y un día irá a pisar ese suelo, que en su caso es la tierra prometida.

La literatura lo acompañó desde joven. La buena literatura, ésa en la que los personajes principales tienen los conflictos existenciales más fuertes y en la que la gente no es feliz a menos que sea demasiado simple, lo marcó para siempre. Los grandes escritores, novelistas y poetas, serán siempre sus ejemplos, los objetos de su admiración. Y los grandes escritores, novelistas y poetas han vivido alguna vez en París, ciudad del artista por excelencia, donde la poesía de vivir del aire, el amor al arte y una pensión de algún pariente misericordioso toma vida día a día, donde las grandes obras se fraguan en cafés, en calles y plazas que se sabe de memoria de tanto leerlas. París es la capital de Francia, un país con tanta historia y cultura que vivir en cualquier parte de su territorio sería vivir en un sueño. Andarlo despertaría a cada paso las emociones de miles de fantasías nacidas en tantos momentos de lectura, de andanzas en museos. Si se ha de prometer un lugar para estar, donde el sentido de pertenecia se vea completamente satisfecho, ése es Francia. Ha de ir, porque prometida está y solo es cuestión de tiempo para llegar a ella.

Europa del este tiene paisajes que me recuerdan los cuentos de la infancia. Las estructuras feudales que aún conservan me maravillan. Los paisajes montañosos me llaman. Las casitas de los pueblos me despiertan ternura y cierta paz. Europa del este es el lugar que quiero ir a conocer. Pero no sueño con eso, no me obsesiona, no me he prometido ir pase lo que pase y no me identifico con nada de esas tierras. Pero cuando voy a la Península de Yucatán y hablo con su gente, me siento maravillada, cuando viajo a Oaxaca y compro barro negro a los artesanos locales me siento parte de su vida, cuando como en el Lago de Pátzcuaro, o de Zirahuén me siento en casa. Cuando camino por el centro de Morelia, de Cuernavaca, de Chihuahua, de Querétaro, de Guanajuato, de Toluca, de la Ciudad de México, de Comala, no puedo pensar en estar en otro lugar. Menos aún cuando sufro frío en Los Azufres, cuando dejo mis huellas en la arena de Maruata, cuando subo el cerro del Tepozteco, cuando visito tantos exconventos, cuando ando entre pueblos viendo la artesanía local y comiendo la comida regional, indagando un poquito de sus costumbres y viviéndolas a veces, como las vive un turista tal vez, pero con una sensación de que ahí debo estar y eso es lo que quiero vivir y acabar de entender. Y pienso que debo recorrer en tren la Barranca del Cobre, y pienso que no me puedo morir sin conocer Xilitla, el Cañón del Sumidero, el Tajin, Los Cabos, y otros tantos lugares que no he pisado todavía.

No tengo una tierra prometida, decía yo. Error de interpretación. Sí la tengo, sólo que ya vivo en ella.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Valgame! que emotivo!!!

deberías venderselo a la secretaría de turismo ;)

Anónimo dijo...

Tener una tierra prometida no necesariamente significa indiferencia del lugar hermoso donde se vive. Es una idealización -utopia de aquello que siempre esperas y persives como felicidad.
¿Fuera de tu tierra prometida donde vives, México, cual sería tu espacio de pertenencia e identidad como ser humano?

Aura dijo...

No tengo otro. Como dije, Europa del Este me causa cierta fascinación, pero jamás podría sentir que pertenezco ahí. Hay otros lugares en el mundo representativos de la historia de la humanidad que quisiera conocer, pero nunca dejaría de ser turista ahí. No puedo identificarme con otra cultura, esa sensación de pertenecia, de identidad la vivo en cada lugar que visito aquí, y es tan clara que simplemente no puedo imaginar que pueda sentirlo en otro lugar. A que salí más chaira que tú.

No manches Luis, no me digas esas cosas porque me pones a pensar si habrá manera. Ahorita le entro todo lo que signifique entrada de dinero. JAJAJAJA. Por cierto, gracias, qué bueno que te gustó.

AA3 dijo...

Genial ... escencialmente yo coincido contigo. Yo quiero viajar por el mundo y quiero conocer mucha gente para comparar hoy como siempre. Al final solo quiero viajar para cuando este bien lejos extrañar al país, su gente, sus costumbres, para valorar lo que haya que valorar y aceptar mas a gusto lo que haya que aceptar.

Anónimo dijo...

Fantástico!!!!, me aceleraste el pulso..., a veces, cuando leo cosas así me resulta increible la gama de prejuicios que me inundan aún, porque me cuesta trabajo asociar el escrito a la persona; pero me gustas, tus relatos también, te seguiré leyendo porque tienes una forma directa de decir las cosas, en fin me gustas...

Aura dijo...

Viajar para comparar... mmm... no, no lo había pensado así aunque supongo que es una reacción inevitable.

Bienvenida Cordelia, tu comentario me da la impresión de que nos conocemos o nos hemos visto, pero no te ubico por el nombre (¿pseudónimo?). Como sea, gracias y ojalá sigas viniendo a ver qué hay.

 
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