domingo, marzo 01, 2009

Singleton: Polvo.

La última palada de tierra cayó sobre la austera caja. Por fin se había acabado. Polvo serás, pensó. Era un día esperado, pudo haber sido cualquiera y que sucediera fue en parte un alivio. La espera daña tanto como la enfermedad, tal vez más. Fueron muchas las tardes de lamentos sobre el futuro vacío, sobre la mala suerte, sobre sobrevivir, sobre negarse a morir. Demasiada angustia que de repente disminuía aún más los días de agradable compañía. Afortunadamente, le dijo poco antes de morir, alcanzamos a entender que no podíamos desperdiciar el tiempo en fatalismos inútiles. Curioso que lo dijera él, quien parecía más cómodo que nadie al instalarse precisamente en esos fatalismos. Ahora ella descansa con la paz de lo inerte; él también, con la calma de la resignación. Pudo no haber asistido al entierro, nadie lo hubiera notado, pero lo necesitaba: la imagen de la caja que no contenía nada vivo bajando a la fosa y siendo cubierta por montones de tierra ponía punto final a la historia. Tendría los recuerdos, tantos, pero no la angustia por su ausencia. Tendría aún algunas de su pertenencias, pero no el dolor de no tenerla a ella ahora que sabía bien su sitio y su estado. Dejó sobre la tierra las gladiolas blancas mientras pensaba que sí, que después de todo sí eran flores de muerto y se fue sin mayor ceremonia. Si es cierto alguno de todos esos credos que claman que esta vida es sólo una de muchas, ella estaría comenzando la siguiente; por lo tanto, él debía hacer exactamente lo mismo. Ni una sola lágrima de por medio.

-Aura
 
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