jueves, marzo 05, 2009

El fan número uno

Los iconitos animados para el Messenger son una verdadera maravilla, siempre y cuando sean utilizados con moderación y en los momentos adecuados (es decir, sin que un pollo que mira a todos lados salga sustituyendo la sílaba ver cada que se escribe verdad, verano, a ver, verde, verónica, por ejemplo). Y es que uno no puede describir en los mensajes instantáneos la furia, la euforia, la tristeza, el cansancio o la sorpresa tan bien como con uno de esos monitos. Hace unos días, por ejemplo, tuve una plática vía Messenger con un viejo amigo, que resultó muy amena gracias al buen uso de los llamados emoticones. Y es que vaya si había emociones que expresar. Ya saben cómo son las cosas del amor, llenas de complicaciones, y mi amigo se quejaba amargamente de su desgracia con esa frase bien conocida de A ustedes no hay quien las entienda [inserten aquí monito con cara de indignación], donde ustedes significa las mujeres. Ah, qué caray.

Supongo que sí, que a veces nuestro proceder parece ir en contra de toda lógica, pero en realidad no es algo indescifrable. Lo que pasa es que hay que saber lo que hay detrás de las aparentemente complicadas e instintivas conductas de las mujeres. Y digo instintivas porque surgen sin mayor trámite a la menor provocación, entiéndase con el primer amor platónico o el primer pretendiente persistente. Imaginemos, por ejemplo, a un muchacho de secundaria, simpático, amable y educado; por lo tanto, diferente de la mayoría de los compañeros, primitivos machos en ciernes. Este muchacho se lleva muy bien con su compañera de taller. Tanta confianza le tiene que le confiesa que le gusta su amiga la chinita y le pide que le ayude a que le diga que sí. ¿Y eso cómo se hace?, se pregunta la otra, totalmente ignorante de los métodos de Celestina pues ni novio ha tenido. Como sea, hace su mejor esfuerzo. Mientras algo pasa, después de acabar rápidamente con la práctica del día, el par de amigos, tan ñoños, pasan las horas muertas en el taller platicando de la chinita, el perro pastor alemán de él, las luciérnagas y ajedrez, porque a él le gusta el ajedrez y había ido a torneos estatales y nacionales. A él, su compañera le cae bien porque no ve telenovelas y porque, así le dice, es bien chistosa. Gracias. Le enseña los movimientos de las piezas de ajedrez y juegan partidos en los que, claro, ella pierde, pero no muy rápido porque él controla sus ganas de hacer cualquier tipo de jugada medianamente elaborada. Excepto un día, en el que en dos movimientos le da jaque mate y se ríe con ganas ante la cara de estúpida que pone ella porque no puede creer cómo acaba de perder. Ya para entonces hablan de todo menos de la chinita, que a él ya le cae gorda por fresa y sangrona. Sí es fresa, le dice ella, pero no es sangrona, tratando de aminorar su fracaso como celestina. Sí, sí; ya, no importa. Como ella ya no le dice nada a la chinita, ahora es la chinita la que pregunta por él, cosa que ella no comprende ¿ahora por qué tanto interés? Después de unos meses ya nadie pregunta por nadie. Entonces él lo hace: Se le acerca en receso para decirle que le gusta y que si quiere ser su novia. Ella, que está totalmente embrutecida por culpa de un macho en ciernes al que no puede voltear a ver porque se le sume la panza y le tiemblan las piernas y al que, por supuesto, ella le importa un comino, le dice que no. Pero no pasa nada porque él, en lugar de dejarle de hablar y divulgar lo pinche vieja que es esa chava, como es costumbre en esos casos, sigue con los partidos de ajedrez y el perro y los gatos y de veras eres bien chistosa y chistoso es pariente de lo feo y no cómo crees no quise decir eso y así todo el último año de la secundaria. Y le cae muy bien pero sigue sin gustarle, él a ella. Nomás no pues. ¿Qué se le va hacer?

Hasta que un día ya no hay más tablero de ajedrez ni crónicas de viajes ni pláticas. No la busca en receso nada más para saludar ni le hace burla de nada. Justo en ese momento nace el egocentrismo, la vanidad, el orgullo y el complejo de diva que toda mujer tiene, mantiene toda su vida y que confunde tanto a muchos hombres. En la cabecita de la adolescente en pleno proceso de aprendizaje surgen toda clase de ideas (ocultas por lo general bajo una sensación de confusión y añoranza): A ver, momentito, ¿qué pasó aquí? ¿Dónde está mi fan número uno? ¿Ya no soy chistosa? ¿Y ahora? Ya no acaba rápido las prácticas, para qué si no tiene nada que hacer después, el taller es ahora aburrido y hasta se le olvida el macho en ciernes porque después de todo ese nunca la ha volteado a ver y en cambio él sí, siempre. Pero ya no. Y se siente solita y abandonada, y entiende entonces por qué la chinita le preguntaba por él después de que pasó mas de una semana sin que ella se lo mencionara. Lo extraña tanto que empieza a pensar que en realidad sí le gusta. Entonces, con otro par de amigos organizan una salida al cine. Uno de los otros lo invita a él, así ella no tiene que mostrar su deseo de verlo, ¿cómo creen? Y se van al cine y luego a los juegos: jockey de mesa, carreras de autos y motos, juegos de pistolas y de darle de mazazos a topos escurridizos. Luego de reírse mucho se despiden y se van a sus casas. Contrario a lo que ella esperaba, él no le insinúa nada, ni le vuelve a decir que es chistosa, ni nada de nada. Frustrante.

Inmediatamente ella empieza su proceso de resignación. Ya no tiene fan número uno, cómo lo va a extrañar. Pero antes de que pase mucho tiempo, digamos, al día siguiente, él le pregunta si lo puede esperar a la salida. Sí, claro, nos vemos a la salida. Sale, adiós. Cosquillas en la panza. A la salida se ponen a platicar de la película y el jockey de mesa y otras muchas cosas hasta que ya no tienen de qué platicar. Entonces él le vuelve a decir que es chistosa, más cosquillas en la panza. Que es bonita, y se sonroja. Que esto, que lo otro y que aquello, todo muy bonito. Es él, su fan número uno, ha vuelto y no lo quiere dejar ir. Finalmente le dice que sí y todo es bonito hasta que ya no.

En realidad él fue muy inteligente: dejó que lo extrañaran, que lo valoraran en su ausencia y pacientemente esperó que ella lo buscara, cuando eso sucedió, él no se hizo el importante y volvió a su papel de pretendiente para que ella no tuviera que decir otra cosa más que sí. Eso es saber manejar la situación, después de todo obtuvo lo que quería. En cambio, la mayoría se va porque de verdad se cansan de ser el fan número uno y cuando ven que la diva, otrora distante e inalcanzable, de repente toca la puerta de la casa, los invita a comer o llama por teléfono, nomás no pueden entender qué pasa por su cabeza, la odian, la maldicen y acaban diciéndole a su comadre de toda la vida, vía Messenger, A ustedes no hay quien las entienda [inserten aquí monito con cara de indignación]. Ah, qué caray.

4 comentarios:

Gerardo P. Garcia dijo...

Los hombres debemos recordar lo que le decia Kaliman a Solin: "Paciencia Solin, paciencia..." ;)

chika imprudente dijo...

Wow jaja me sentí tan identificada con tu texto! Maldita espera jaja
Creo que como en todo, siempre se debe de intentar jugar bien las cartas.

:)

Anónimo dijo...

es que al final "todo gira..." jajaja.. Brindo por (con agua por favor!) y dedico azucar amargo a esos niños heroes, machos en formacion y a todos aquellos que nos hicieron lo que somos, chistositas! jajaja

=)

Aura dijo...

¡Hola Gerardo! Así es: Paciencia y cabeza fría. Muuuuy importante.

¡Imprudente, Bienvenida!: Esas historias de secundaria, todos tenemos algo parecido que contar, jejeje.

¡SHAAAAANTY! ¡Maestra! Te acepto el brindis con agua mineral (¿un sidral acaso?): Por ellos y el pudor que nos caracteriza. (¿eso qué?, JAJAJA). Un abrazo.

 
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