Una vez concluída la sesión de fotos, nos fuimos a que las otras dos chicas de la comitiva fueran a atender su changarro. Como era el último día ya casi no había gente, pero eso sí, las galletitas y el café se acabaron antes de que el chaparrito con corbata de moño acabara de colocar todo en la mesa respectiva.Total, que luego de una insípida clausura, llena de graciasporvenir, lesanuncioquelanuevapresidentaes, y otras cosas así, nos pusimos de acuerdo con otros asistentes para la velada que vendría.
Conseguidas las guamas para todos (excepto la China, que siguió con sus caribes, porque a ella la chela nomás no) el siguiente paso fue lograr que los que estaban hospedados en el hotel sede puedieran entrar a hacer uso de las instalaciones de nuestro hotel, o sea, les teníamos que conseguir su pulserita naranja, porque la verde que ellos traían no servía. Arreglado. Todos a sentarse como en los primeros tiempos en el pasto alrededor del alcohol, cada quién tome la suya, y que empiece la tertulia. Fue ahí donde conocimos al buen George, un chhhihuahuense muy simpático y decente (nada de sentirse Pedro Infante; ¡saludos al buen George!) y a otro paisano michoacano que no teníamos el gusto de conocer, y que me perdonará que no me acuerde de su nombre, porque así es mi memoria de torpe a veces y porque además ni lee el blog, pero que me cayó muy bien. Él se cansó de hacernos reir durante la velada con toda clase de puntadas extrañas y escenificaciones improvisadas de dudosa calidad pero hilarantes como pocas.
La china se acabó pronto sus caribes, y se hubiera quedado sin más que beber de no ser porque el ahora anónimo paisano le puso un poco de su guama en una de las botellitas de Cooler, y la convenció que probara su producto innovador: Caribe Cooler sabor cebada. La china enantada. A salud de la ex-fresa nos pasamos todavía un buen rato tirados en el pasto, sintiendo el fresco de la noche y alegando cómo las cosas simples de la vida nos pueden hacer tan inmensamente felices.
El día siguiente, viernes, nos levantamos tan pronto como pudimos, o sea, como a las 6:00 am, para hacer las seis horas de regreso a la ciudad de las canteras rosas. En Observatorio, dos compañeras se separaron para tomar el bus directo a su "pueblo" ahorrando dinero y tiempo, que todo es escaso ya en esta vida. La china y yo continuamos hasta Morelia, donde la mitad de esta naranja que soy yo, y un compañero de laboratorio nos recibieron gustosos para llevarnos con maletas y todo a comer un coctel de camarones (porque era viernes de vigilia y otra cosa no se antoja o no se puede, dicen).
Fotos, aquí:
Aguas azufradas al interior de la cúpula
Patos visto desde el funicular al iniciar el ascenso
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