martes, abril 18, 2006

Parte 1: Vivan los congresos.

Eventual, cierto; sin un contrato de por medio, cierto; sin mucha seguridad en mi puesto, cierto... pero empleada al fin. ¿Cómo es entonces que me perdí de esta noble ciudad una semana antes de que las vacaciones iniciaran formalmente? Muy sencillo: Me inscribí en un congreso que duró casi toda la semana en Oaxtepec, Morelos.

Todo fue más fácil gracias a que tres compañeras de laboratorio irían a presentan sus bonitos certeles con los resúmenes de sus meses de arduos trabajos de laboratorio. Yo iba de chaperona, colada, lapa, metiche o cualquier adjetivo que gusten pronunciar, pues no llevaba trabajo alguno. Claro, la jefa de las cuatro vacacionistas, perdón: congresistas, también asistió, aunque a ella solo la vimos unos cuantos memorables momentos.

El primer obstáculo fue vencer el pánico inevitable que nos causaba tener que cruzar la gran mancha chilanga para llegar desde la terminal de Observatorio hasta la terminal Taxqueña. Ya nos habíamos aprendido la ruta del metro (con todo y el transborde en la estación Pino Suárez), pero creíamos mejor el masomenos-seguro sistema de taxi de sitio. Y es que cuatro provincianas que acostumbran ver en la mañana o en la noche noticias amarillas o anaranjadas, no suelen confiar mucho en un asentamiento humano que se puede ver sin problemas en un mapa de la República de tamaño carta.

Sin embargo, al llegar a Observatorio, un último impulso aventurero salido de no sé qué profunda entraña nos incitó a preguntar en el módulo de información cualquier vía mas ecónomica que el taxi para llegar a Taxqueña (ya vi de dónde: salió del fondo de nuestro bolsillo).

El metro fue la única respuesta de la señorita, que me vió con cara de compasión y me regaló el folletito con una red de colores y puntitos blancos que era el Sistema de Transporte Colectivo Metro. Por un momento me imaginé encontrarme al vagabundo que suele recitar a Camus en el subterráneo según las crónicas de Gonzalo, así como otras muchas cosas fascinantes que me cambiaran la imagen de ese gingante que es la Capital. sin embargo un vistazo a los 300 kg de equipaje que 4 mujeres llevábamos para una semana de viaje me puso de nuevo los pies en la tierra. Iba a ser la una de la tarde, y no quería ser torteada, repegada y perfumada con el olor de mil personas mientras me peleaba con la rueda rota de mi maletón. Todas coincidimos, por lo que sin mayor preámbulo pagamos los $98.00 MN del viaje en taxi.

Fue un recorrido alucinante. El chofer del taxi a 120km/hr se sentía the fast and the furious, en uno de los tramos cambió cinco veces seguidas de carril, rebasando a igual número de automóviles teniendo el espacio mínimo para hacerlo. Lo hubiera hecho más veces, si no es por un motociclista que creyó haber visto primero que nuestro taxista el último espacio. Como tanto el taxi como la moto estaban a medio rebasar, nuestro chofer prendió las luces, tocó el claxón, hizo rugir el motor y rugió él también por si todo lo anterior no fuera suficiente. El motociclista cedió momentáneamente, solo para emparejarse más adelante del lado del conductor y lanzarle una mirada retadora y partir a todo motor antes de que tuviera que expresar su furia contenida. Entre maniobras arriesgadas y vueltas a toda velocidad logramos llegar a la Terminal del Sur y de ahí a Oaxtepec, donde nos insatalamos después de comer tacos dorados en un puestito de comida dentro del Centro. Luego nos registramos en el Congreso y recibimos felices nuetra mochilita con libretita, lapicero, gafete y programa incluidos.

Lo primero fue ver en el bonito programa impreso las conferencias que eran de nuestro interés, las horas en que las muchachas tenían que atender a los doctos sujetos que cuestionarían n cantidad de detalles sobre su cartel y establecer las horas libres. Acto seguido nos informamos de lo que había para ver en el Centro Vacacional y sus alrededores.

Así, el martes visitamos el Ex-convento. Está mono mono. Tienen una colección de animales y bichos bien feos que habitan en el estado, así como un museo botánico muy completo, con las propiedades de cada planta expuesta. Fíjense que decía que la nochebuena es tan buena que se usaba para tratar retrasos en las reglas, cuando no querías saber ni porqué era, y cuando ya sabías, igual era buen abortivo. Claro, como todos esos menjurjes, si se te pasaba la abortada eras tú, pero de este mundo. Además tienen una bonita colección de figuras prehispánicas encontradas en los alrededores.


El ex-convento, como todos, me pareció interesante. En especial el decorado depresivo que caracteriza a todos lo que he visitado en Morelos: Frescos de tintes negros o grises y esas cruces sobre el calvario, que para mejor representación se pintaba como osamentas salidas de la tierra. Muy tétrico el asunto. Yo, encantada.








Techo del ex-convento

Detalle de una celda



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