martes, diciembre 23, 2008

Ya llegué (de los abuelos muertos).

Me levanté bien temprano para llegar a Morelia antes de las diez. Ya estoy aquí. A ver si alcanzo, ahora sí, a subir las fotos de Mérida, ahora que tengo acceso a una mejor red. Me encontré con los preparativos para recibir a toda la familia, porque hoy es día de que se junten todos, no por una celebración generalizada sino por un evento particular. Hoy colocan a los restos mortales de mis abuelos maternos en su nuevo nicho en un recatado templo de la ciudad.

Mis abuelos (esos que vivían en la casa con el amplio jardín y el enorme pozo en el patio de atrás) fueron enterrados en el panteón municipal de Uruapan. Años después a los hijos se les ocurrió que era buena idea pagar por que los restos de sus padres descansaran a la sombra del altar, más cerca del Santísimo, aquí en Morelia. Y hoy es el día del cambio de domicilio post mortem.

Hace un momento mientras le decía a mi mamá que por fin iba a poder andar toda de negro sin que nadie me dijera nada (y eso que ya me visto toda de negro cuquis y no de viuda, como antes), al cabo que era misa de muertos, que me sale con la frase: ¡Que no se me olvide llevarme las cenizas! ¿Cómo, tienes a mis abuelos aqui? Sí, ahí están las urnas, en tu closet, me recuerdas que están ahí por que se me olvida.

Y sí, ahí estaban. Me dió no se qué. Después de todo no es tan facil olvidar que el montón de polvo que está en la cajita esa fueron alguna vez esos abuelos que te cuidaron, te consitieron, te compraban tu pan para el chocolate de la tarde y en cuya casa veías llover. Chale. Por eso no han desaparecido las religiones y por eso es que aunque sean solo cenizas hoy los van poner junto al altar, con misa de por medio y todo. De hecho, ya es hora. Ya me voy.

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