miércoles, diciembre 03, 2008

El viaje en Fa.

Está pasando ya mucho tiempo desde que volví de Yucatán. Son muchas cosas qué contar y poco tiempo para sentarse a escribir. Así que aquí va una síntesis:

El miércoles fue día libre en el congreso. Algunas agencias ofrecían tours a algún sitio turístico de los tantos que hay en la península. Nosotras, ansiosas de conocer lo más que fuera posible, pensamos que esos paquetes no eran convenientes. Mejor hay que rentar un auto (lo que haríamos por primera vez) pedimos informes y nos movemos por nuestra cuenta: nos levantamos temprano, vamos por el coche a las 9:00am y de ahí hasta que se nos acabe el día. Claro, no fuimos las únicas que lo pensamos y no contábamos con que la semana anterior había tenido lugar otro congreso, no se de qué. Nos topamos con toda clase de complicaciones, ninguna arrendadora tenía carros disponibles. Solo una nos prometía con toda seguridad un carro económico, pero hasta las 12:00pm. ¿Qué carro?, preguntamos, ¿Es el único? ¿Y ese por cuanto? Psss.... seeeh, lo rentamos ¿Y de qué color es? preguntó una de nosotras con el típico canto yucateco; Alex, el chico que nos atendía peló los ojos y nosotras nos reíamos de la naturalidad con que salió la expresión: le salió del alma. Perdón, perdón, fue involuntario, se pega... entonces ¿de qué color? Rojo. Ah, está bien... buen color por si nos estrellamos. Je... je.

¿Que tarjeta de crédito tienen? ¿Límite de crédito? Apenas. Se necesita dejar un depósito en garantía de la unidad. ¿Cuánto? Chale, la dueña no cree que tenga disponible todo lo que se requiere para el depósito. ¿No tienen otra tarjeta?, puedo juntar de más de una tarjeta para que salga el monto. No, no tenemos. Tic Tac... ¿No se puede hacer con efectivo? Ya sabíamos que no, pero lo quisimos intentar. Mmm... pues... sí. Ok, entonces te lo damos en efectivo. Bueno, a las 12 está su carro aquí. ¡Yuju! Vámonos a desayunar. Regresamos, pagamos y ahí estaba él, todo simpático de un rojo muy vivo. Nosotros que en un inicio despreciamos a los de su tipo, lo quisimos de inmediato, pues de no ser por el, ya no tendríamos nada. Para nosotras, no había carro más lindo: donde todos veían un Atos, nosotros veíamos un Mercedes, solo que más chiquito; así que así lo bautizamos y nos fuimos con Mechito alrededor de la una rumbo a la Ruta Puuc. Tardísimo, pero algo alcanzamos a hacer: Mayapán, Lol-Tun, Uxmal de noche porque ya eran como las 6:00 y pues a esa hora ya no hay luz del sol. El jueves nos fuimos a Quintana-Roo, también salimos bien tarde. Ah cómo se nos da eso de levantarnos temprano. Conocimos Tulum y Playa del Carmen. El viernes fuimos a Xcaret, todo el día en los ríos (benditos chalecos salvavidas, hicieron posible que estuviera medio día metida en el agua y sin saber nadar) posando con las guacamayas (tan simpáticas ellas) y viendo el maravilloso acuario. La parte del zoológico es un fiasco, pero bueno, yo con los ríos me doy, jeje. Ese día regresamos a Mérida con toda la intención de llegar a la cena de clausura del congreso... pero pues también para volver se nos hizo tarde.

El sábado llegamos a Chichen-Itzá. Ahí estaba: la pirámide de Kukulkán, preciosa, solo que más chiquita de lo que había pensado. Como sea la ciudad estaba enorme, definitivamente debió ser un centro urbano con mucha actividad. Lamentablemente el cenote sagrado (donde, ojo, los restos humanos encontrado han sido principalmente de varones) ya se está secando y tiene un horrible color verdoso.

Ahí en Chichen, uno de los comerciantes nos contó historias de los mayas, y nos tradujo algunas palabras de las que ya no me acuerdo. Nos dijo cual era el mercado del pueblo y el mercado de los nobles, al cual le dicen ahora de cierta manera en maya, que significa "todos los hombres ricos fueron allá". También nos dimos cuenta de cualquiera de los comerciantes habla más idiomas que yo: para empezar hablan español y maya, y la gran mayoría habla también inglés, pero no faltó el que le contestara a un turista en italiano, etcétera. Chale, he desperdiciado mi vida. Lo único malo de Chichén es que está muy caro; bueno, ya se esperaba desde que es maravilla del mundo, pero se vuelve privativo para muchos nacionales. Deberían hacer lo mismo que los comerciantes del sitio y dar "precio de paisano". Yo digo.

Finalmente el sábado en la tarde llegamos a X'keken ("Ay, mi puerquito", simpático el nombre) un cenote hermoso que fue descubierto precisamente cuando un hombre vió como un jabalí desapareció porque cayó por el respiradero. Ahí se puede uno meter a nadar. Pero yo no sé nadar (he desperdiciado mi vida). Afortunadamente ahí prestaban (ojo: prestaban, sin costo extra) chalecos salvavidas. La mayoría eran de esos que te dan en los aviones (en forma de U) pero había uno que era un chaleco tal cual, completito y ése fue el que agarré yo, porque con los otros me daba miedo de que quedara el chaleco flotando y yo me escabullera entre las patitas de la U hasta el fondo del cenote. Ya con el chaleco nos metimos al agua limpia y fría. Después de estar una eternidad agarrada de una cuerda que atravesaba el enorme pozo por fin me decidí a confiar en mí y en el chaleco y me solté. Y ahí andaba yo de lado a lado del cuerpo de agua, tan limpio que hasta me dio culpa por dejar mi mugre ahí (después de haber andado todo Chichén, bastantito polvo he de haber acumulado). Finalmente el chico de los chalecos nos dijo que solo nos quedaban 15 minutos para iban a cerrar. Al salir gasté lo último que me quedaba en una guayabera para mi papá, una blusa de manta para mi mamá y otra para mí, que compré a un matrimonio de locales que aún no cerraban su puestito (ya pasaba de las 5:30, ya era de noche y casi todos los puestos estaban cerrados). Así sentí que contribuí a la economía local (con eso y con todo lo que gasté en comida... tan deliciosa, nunca había comido tanto puerco en tan poco tiempo y con tanto gusto).

Regresamos a Mérida y le sacamos a ir a Valladolid (la que sigue siendo Valladolid y que no es hoy Morelia), de donde son originarios algunos platillos típicos del estado. Ya era de noche y tanta natación nos dejo a medio morir. Llegamos a Mérida, y despues de un revitalizante baño nos salimos a ver los mejores antros del Paseo Montejo. Caímos en Classics FM (creo), con su fachada de rockola y sus simpáticas cartas de disco de acetato. Pura música de los 90's para atras (los 90's ya son oldies, chale, yo también... bu). Sonaba tentador, pero las mesas estabas llenas de señoras y señores de 50 y tantos que esbozaban tremendas sonrisotas cuando salían las rolas y los videos de esos grupos rebeldísimos que tocaban en traje y con copetotes esos ritmos revolucionarios de los 60s... y nadie se paraba a bailar. Y nosotras queríamos bailar. Pagamos nuestras bebidas y nos fuimos. Entonces fuimos a caer al Cielo. Exactamente el polo opuesto: Lo más nuevo en música: pura electrónica fresa. Y la gente: puro chavito fresa, fresísima. Punchis, punchis. Nos quedamos porque el show estaba bueno, esta gente nice es igual en todos lados y socializan de manera tal que es una botana enroscarse y verlos, jojo. Como sea, bailamos punchis punchis. Pss, ya qué. Y ya cuando fue demasiado regresamos al hotel. Se nos acabó el veinte. Qué triste.

Al día siguiente, los de la arrendadora nos llevaron al aeropuerto. Ahí nos despedimos de mechito y de la península con todo el dolor de nuestro corazón.

Las fotos en un próximo post-galería.

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