martes, mayo 19, 2009

Texto harto cursi inspirado por mi café de la tarde.

En las mañanas ando un poco del tingo al tango, como dice Marco; en las tardes y noches más bien estoy pegada a una silla, con la computadora enfrente sin mucho tiempo de ver el Reader y comentar porque como todavía no logro que mi hipocampo funcione decentemente pues necesito todo el tiempo disponible para leer y releer lo que luego tengo que acomodar, reacomodar y escribir. Pero me tenía que dar una vuelta para anunciar públicamente mi beneplácito por el inicio de la temporada de lluvias. Desmemoriada como soy, siempre satanizo a Mayo desde el día primero hasta el día último, aunque mi madre me corrige anualmente diciendo que en la segunda mitad del mes ya está lloviendo como Dios manda (y como yo demando). Para los festejos del día del maestro siempre nos agarra la lluvia, dice, pero a mí siempre se me olvida. Hoy, día de San Isidro, dijo el viernes una mujer que estaba sentada delante de mí en el camión en el que recorría el llano en breve visita, empiezan las lluvias. Siendo su padre campesino, en su casa estaban muy concientes de la fecha, que era referencia para preparar la tierra.

San Isidro Labrador trajo las aguas puntualmente, el mero 15 y desde temprano; habría aguado los festejos de los maestros, pero le ganó la contingencia. Llueve por fin, y es un alivio. Se aglutinan las nubes y se dejan caer, a veces moderadamente, a veces en un violento acto suicida en el que parece que nos quieren llevar entre las patas. En estos días mi cabeza también anda del tingo al tango. Nada nuevo. Pero es mucho más agradable cuando lo hace rodeada del ruidito de la lluvia y del olor a tierra mojada, en tardes frescas de cielos grises. Así, el café sabe más bueno.

Antes de que envejezca y las prohibiciones para bien morir limiten mi vida, tendré que aprovechar estas temporadas para acabar hecha una sopa cuantas veces sea posible. Hasta ahora la más cursi de todas la veces que quedé empapada fue en el muelle del Lago de Pátzcuaro; la más triste fue una vez que no quería llegar a mi casa, por alguna razón se me había caído el mundo y me fui caminando a pesar de la lluvia. La más alegre fue una vez que lo hice con varios amigos y nos reíamos de cualquier estupidez y de nuestros pelos escurridos. La que más añoro fue una vez que iba toda enamorada con el objeto de mi enamoramiento y hacía el ridículo mientras él se divertía viéndome disfrutar algo que a él se le hacía más bien molesto, hasta ese día. Hubo un par de ocasiones odiosas en las que tenía que llegar presentable a algún lugar. Pero eso sí, hasta donde recuerdo, nunca me he enfermado gravemente por quedar hecha una sopa; y también desde que me acuerdo, durante o después de la lluvia siempre he tomado un chocolate o un café que redondea la tarde y me da mucha, pero mucha paz y, como en este caso, ganas de escribir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aplastamiento de Gotas de Julito, te será útil para enterder el suicidio de las nubes, ellas te entienden en tu disfrute de los días grises.

AA3 dijo...

A mi el texto no me pareció tan cursi, chales ¿eso que significa? ya me asuste

Aura dijo...

Adiós gotas, adiós...

Marco, significa que tú eres cursi. Pero no te asustes, eso es bueno casi siempre.

 
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