Odio tomar decisiones. Me estresa, me molesta, me pone en el más vulnerable de los estados. Cuando uno sabe muy bien lo que quiere no tiene que tomar decisiones, simplemente se hace lo que se tiene que hacer. Punto. La necesidad de decidir no existiría si las dos o más opciones que se tienen no fueran atractivas. Algo se tiene que perder, no se puede tener todo en esta vida. La pregunta es qué tanto se está dispuesto a perder. Uno no se quiere equivocar, no quiere pensar después que lo que descartó pudo ser mejor que lo que escogió. Uno quiere tener la seguridad de que lo que decida es lo mejor, o al menos una buena dotación de resignación en caso contrario. Carezco absolutamente de la primera y mi resignación es como yo, siempre llega tarde. Si se suma eso con el hecho de que mi tolerancia a la pérdida es más bien escasa, fácilmente se llega a la conclusión de que soy un caso perdido.
Estas necedades debieron terminar con la adolescencia. Pero no. Lamentablemente, parece que tales manías me exponen más a las disyuntivas, por aquello de no querer perder. Horror.
¿Alguien tiene un cigarro?
2 comentarios:
que pashaa??? pense que ya estaba todo decidido.. y la platica en el cafe?, ese dia te tome como inspiracion mi querida Anita.. ReLaxxXX!! Creo que lo mejor es tranquilizarse y aceptar que en realidad lo que queremos ya lo sabemos y por mas miedo que nos de aceptarlo, a la larga es mejor. Como dicen por ahi: las cosas se hacen bien o no se hacen! =) Saludos nenaa!! Caele a Maza y que el sol y el mar te ayuden a aclarar tu mente ;)
Ash, ya sé. No lo puedo evitar. Pero eso de sol y mar suena muy bien. Seeeh... plaaaayaaa ^_^
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