martes, junio 13, 2006

Los Palacios de San Antonio

Relatos previos:
¿Qué hacíamos en San Antonio?


Todo lo que es y lo que existe tiene un antecedente. Si uno escoge un lugar para vivir no veo por qué no lo harían otros antes.

San Antonio está en un valle muy fértil, dicen. Eso es algo muy atractivo para cualquiera. No es raro entonces que en el mismo lugar en el que ahora viven los parientes de la China se hubieran asentado primero otros grupos, que construyeran en las laderas de los cerros grandes palacios con piedra laja, con todo y su juego de pelota.

Este pequeño pueblo alberga los restos de lo que alguna vez fue una comunidad de los Tecos, grupo étnico proveniente de Jalisco con los que de rato en rato armaban agarrones los purépechas. Todo sea por la tenencia de la tierra, que en ese entonces el agua limpia era abundante. Para llegar ahí hay que aventarse una caminata de poco menos de una hora entre arbolitos, arbolotes, nopales con tunas y nopales con xoconostles, matorrales y vacas celosas de sus becerros. Por suerte, El Azul, un caballo muy noble tuvo a bien llevar a dos de nosotras hasta nuestro destino (yo, por ser primeriza y no saber dirigirlo, iba en ancas y a pelo... ni les cuento como quedó mi pantalón de sucio y yo de adolorida).

Una vez en el sitio, y después de tomar un litro de agua cada quién, nuestra anfitriona nos explica que la gente le llama Los Palacios, en referencia a su aparente función, nos dice qué estructura es qué y nos enseña unas cuantas piedras con grabados en forma de caracol y otras figuras que solo un antropólogo con mucha imaginación sabrá interpretar. El lugar está lleno de vegetación, no hay ningún letrero ni indicación y no se ha reconstrido nada: es decir, el INAH no se ha parado por aquí, la UMSNH ni se diga. La comunidad se ha encargado de cuidar y no destruir la pista de un pasado del cual nadie más se ha querido ocupar. Algunos antropólogos y estudiantes nacionales y extranjeros han venido a ver y fotografíar como parte de trabajos de tesis. De ahí en más, nada. Muy mal.

Antes de comer y para agradar a los ancentros, decidimos hacer un sacrificio. A falta de corderos u otros animales cuya sangre fuera preciada a los dioses, pensamos que nuestro único compañero varón debía ser cubierto de tal honor y gloria. Sin embargo, al final lo dejamos libre, pues no podíamos asegurar fuera un ejemplar inmaculado, como debe ser para estos fines.

Entonces nos dimos cuenta de que el hambre estaba haciendo efecto en nuestras cansados y asoleados cuerpos. Como siempre, llevamos más comida de la necesaria, pero más vale que sobre a que falte, que el recalentado siempre sabe más rico. A un lado de los palacios nos dimos a la tarea de juntar leña para encender una hoguerita cuyas cenizas serían la fuente de calor y sabor de nuestros tacos de papa y frijoles, según una costumbre local. Y pueden creerlo o no, pero sí sabían muy ricos.

Una vez comidos y descansados emprendimos el regreso. Esta vez la China iba a caballo y nosostros a pie. como siempre, el camino de regreso parece más corto y todo aparentaba ir bien. Pero antes de llegar al pueblo, yo tenía que llevarme un recuerdo imperecedero de este sitio, y un insecto volador con venenoso aguijón se encargó de que así fuera. Arremetió directo contra mi nuca y me provocó un ardor como nunca lo había sentido en mi vida. Imagino que fue una avispa, porque las abejas ya me picaron y no se siente tan feo. Compañeros al rescate, pelliscón de por medio. Fani tomó hojas de un árbol cuyo nombre no recuerdo y dio instrucciones de que me aplicara la savia lechosa que salía de los tallos. "Tiene propiedades antihistamínicas", dijo. Toda una química ella.

El ardor se desvaneció de a poco. Me quedó un roncha endurecida de 1cm de diámetro, más o menos, que también desapareció más tarde. Cuando llegamos a casa de Fani, luego de un baño, estábamos como nuevos para la fiesta. Y a la fiesta fuimos, pero es cosa de otro post.

Los Palacios: Estructura para el Juego de Pelota. Se puede ver un espacio rectangular más bajo que el resto del terreno alrededor. En los costados se observa, entre la hierba, unas escaleras

Piedras grabadas

Estructura que al parecer era la base de otro palacio. La que seve en la esquina inferior izquierda forma parte de la base más grande, y tal vez la más importante.

Taquitos cenicientos... mmm.

También comimos nopales recién cortados de la penca y asados en las brasas.

Continúa en El Pino y La Flor

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