jueves, julio 03, 2008

Fragmento IV

Lo único que lamenta es no tener las fuerzas para recoger sus pasos. La gente solía tener esa buena costumbre, regresar a esos lugares donde alguna vez se estuvo como haciendo un inventario final de recuerdos, para evocar hasta aquellos detalles que solo se recuerdan con ayuda del contexto, y llegar al último momento con los recuerdos más vivos. Para consolarse trataba de convencerse de que tal vez no era tan malo después de todo. Al fin y al cabo en los momentos de paz, cuando lograba conciliar el sueño, podía viajar a todos esos sitios que estaban intactos en la memoria, embellecidos por la nostalgia y protegidos del deterioro por el paso del tiempo: los campos seguían siendo campos y no caseríos interminables, el tren seguía llegando a las estaciones atestadas de gente y comerciantes, los arroyos y ríos seguían caudalosos y cristalinos. Y él, él aún era joven, fuerte y desafiante.


Alguna vez le fue concedida la gracia de dormir toda una noche. Esa noche sus pasos lo llevaron de regreso al rancho donde pasó sus primeros años y los inviernos de su infancia. Llegó de noche, haciendo ruido entre la hierba. Era la selva, no podía haber lugar más mágico o más tenebroso para un niño. Oía a los reptiles, las aves nocturnas y los insectos en aquel misterioso concierto que no dejaba dormir a las niñas que también iban de visita y que a él lo tenía tan fascinado. Se trepó a un árbol y vio un turicate, con su dorso azul y su panza roja en tonos metálicos y por fin pudo agarrarlo sin temor a quemarse, abrirlo con la navaja que siempre cargaba y ver como de la herida emanaba ese líquido brillante que siempre imaginó que les corría por las venas.


Toda la noche recorrió el cerro, llegó a lugares a los que no había llegado, hizo aquello que en su momento no pudo. ¿Quién quiere recoger los pasos con un cuerpo cansado, siendo mucho mejor andar nuevos caminos con ese cuerpo imaginario que nos permite llegar a cualquier lado? Hubiera seguido así por muchas horas más, pero el agudo dolor en el pecho le regresó a la realidad. Y sin embargo, ya en la calma, no puede pensar en otra cosa que en lo reconfortante que sería fumar un poco mientras comienza el día.


-Aura

 
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