El gato se acostaba sobre mi panza cuando me dolía y su calorcito era terapéutico. Nos seguía a todos lados para dormir la siesta a cualquier hora del día en el mismo cuarto donde estuviéramos nosotros. Era un aragán ejemplar. Yo lo quería un montón y lo extraño mucho. Ojalá volviera, pero no va a suceder.
Quiero un gato. Mis hermanos piden un perro. Mi madre no quiere saber nada de mascotas.
Me duele la panza. Miau.
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