lunes, octubre 02, 2006

Un mes cumplido, quedan 23.

El sábado pasado terminó el primer mes de clases y lo terminamos con bombo y platillo (léase exámen). Un mes que parecieron tres. Tal vez más. Envejecí lo que normalmente se envejece en un año y dormir lo que se duerme normalmente en dos semanas. Afortunadamente éste fue el último exámen del curso. El fin de semana estaba libre de tensiones.

Yo, como era de esperarse volví a mis tierras con toda la añoranza que un estudiante puede cargar en su mochila junto con la ropa sucia y la cartera vacía.

¿Y qué hice en estos días de calma académica y nula presión neuronal? ¿Acaso llamé a mis amigos para salir y bailar toda la noche? ¿O me fugué con el destinatario de mis supspiros a vagancias como las de viejos tiempos ya idos? ¿O me uní a alguna excursión familiar para hacer productivo mi fin de semana?¡No! Claro que no. Lo único que hice fue dormir, y cuando no estaba dormida igual estaba vegetando en la oscuridad de mi cuarto entre mis gatos de peluche y mi gato de verdad. Solo un momento desperté de mi letargo para disfrutar en casa la compañía del objeto de mis afectos quien me hizo amena la mañana del domingo.

No creo haber perdido mi fin de semana, porque no pueden imaginar la deliciosa experiencia que es dormir sin angustia ni pendiente alguno.

Ñam. Ñam.

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