sábado, marzo 08, 2008

El circo y un papelito multicolor

Hace poco vino Erandi a dejarme un pequeño objeto que me guardaba y que no tiene más valor que el que la nostalgia le puede otorgar (y hay que ver cómo la nostalgia suele sobrevalorar cualquier cosa). Ese objeto no era más que un pedazo rectangular de papel multicolor de cuya impresión lo que más sobresale es la palabra VISA, y un poco menos notoria, la palabra ticketmaster, así, todo en minúsculas. Era, es todavía, mi boleto para asistir al Cirque du Solei (o lo que queda de él, del boleto, después de que en la entrada desprenden una parte).


Recuerdo haber visto parte del espectáculo en el ARTS Channel, o en la pantalla del bar-café Balcón del Ángel, (que es más bar que café, por eso puse esa palabra primero, que está atrás de catedral en Morelia y que recomiendo ampliamente) mientras tomaba cualquier bebida de mi antojo y comía una ricas chimichangas como botana. Recuerdo haber visto los videos y haber dicho que algún día iba a verlo en vivo. Recuerdo también que nunca hice el intento de ahorrar con ese fin ni busqué fechas de presentación y que dejé de pensar en eso por un tiempo.


Un buen día del septiembre pasado Erandi dijo, palabras más, palabras menos: David va a ir con Juan y Ceci a ver el Circo del Sol en Guadalajara, si quieres ir hay que comprar los boletos ya, pero son para la función de dentro de un mes. ¿Cuánto cuestan? $650.00. ¡Ah! Eso es mucho dinero y ya es fin de mes. Sí, lo sé, pero Juanito los pide hoy a ticketmaster y hay que pagárselos mañana; piénsalo, tienes hasta las seis porque él se va.


Lo pensé. Eran $650.00 del boleto, mas casetas, mas gasolina (o pasajes de camión, según decidiéramos), mas comidas, mas antojos… bueno, podía ser que los antojos se suprimieran pero sí iba a ser un gasto fuerte. Y además para pagar el boleto había que considerar que era fin de mes, eso era muy, pero muy importante. Luego, de repente, nada me importó y dije que sí, que sí iba. Erandi también decidió asistir y Ari, oriunda de Guadalajara tuvo a bien ir a ver a su tierra el Circo y ofrecernos su casa para llegar un día antes de la función.


Dos carros, tres monos por carro, una autopista carísima y fea, una comida compuesta de tortas ahogadas y pellizcadas (sopes gigantes) en Tonalá formaron parte del camino de ida. El sábado los del carro uno fueron a su función. Nosotras (Ari, Era y yo) fuimos hasta el domingo, pues ya no alcanzamos boletos para el sábado, ni con un mes de anticipación.


El Circo es una experiencia maravillosa. Simplemente no puede describirse sin sentir que algo queda sin mencionar. Solo recuerdo haberme sentido intrusa en el sueño de alguien. La música te desprende del mundo y te transporta a ese plano donde podrías decir que nada de lo que ves real, porque te sientes en trance, como si todo lo estuvieras imaginando, soñando. Los personajes más extraños con los cuerpos con las capacidades más insólitas. Cirqueros, saltibanquis, personajes de sueños extraños haciendo las maromas, los actos de equilibrio, los saltos, las suertes que tal vez también se verán en otros circos, pero con una técnica tan pulida, un grado de dificultad mayor, un ambiente tan enriquecido por la historia, la música (la música, la música), la iluminación, que acaba siendo en conjunto el sueño perfecto: Con un principio, un fin, y una serie de intermedios en los que te podrías perder para siempre.


Finalmente cumplí aquello de que un día lo vería en vivo, y valió los cientos de pesos del boleto, y los otros cientos de pesos de gastos adicionales que incluyeron una ida al Purgatorio bar, unos zapatos que compré en Plaza del Sol, un cafecito en la tarde del sábado en la misma plaza en compañía de muy agradables amigas (en una cafetería muy mona que además tenía su sección de librería y un rinconcito donde un señor de edad hacía las veces de cuenta cuentos para que los niños pequeños dejaran a sus papás tomarse su cafecito en paz). Haber visto el circo es un recuerdo que vale la pena.


Ese y el haber conocido a la familia de Ari; sus hermanitas nos llenaron de toda clase de regalos, solo porque éramos amigas de su hermana y nos hicieron prometer que volveríamos, cosa que no hemos hecho. Ese y el agotador viaje de regreso por la carretera libre, estrecha, llena de trailers, tramos sin pintar, zonas de topes, pésimos señalamientos y una considerable cantidad de estrés, porque íbamos a llegar tarde a Irapuato, y para no variar, teníamos que llegar a hacer un par de cosas al Centro que nos da para comer y para ir a ver el circo. Ese, y la carrera que pegó Erandi cuando llegamos a Irapuato por una calle por la que no habíamos transitado, con topes sin señalamiento y sin pintar, sobre los cuales su pobre auto dio el vuelo de Prometeo queriendo llegar más allá de donde le es permitido, que es a ras de suelo, después del cual cayó sobre el asfalto asesinando a uno de sus amortiguadores y sacando el aire a las pobres llantas. Ese y el que al final, nada pasó a mayores.


Vaya, cuántos recuerdos puede evocar un papelito multicolor.




2 comentarios:

Mario Samano dijo...

mmm yo nunca fui, cuando estuvo en cd de méxico mi codera ganó y no fui. ajá, balcones del ángel está bien.

Aura dijo...

Bueno, pues permíteme decirte que esa vez sí te perdiste de algo muy, muy bueno. Y sí, adoro ese lugar.

 
Copyright 2009 Soy yo, Nepita.. Powered by Blogger Blogger Templates create by Deluxe Templates. WP by Masterplan