Pero para doler, lo que se dice doler de veras, duele mucho dejarte a ti. ¿Ya ves? ¿Para qué no te vas conmigo?
Pero sí te vas, porque eres parte de mi equipaje, como quien dice, requisito indispensable para vivir y sobrevivir en cualquier parte. Te llevo en una foto y un peluche, en el último beso y muchos, de verdad muchos recuerdos. Te llamo en los sueños y en los ensueños. Sé que responderás porque nunca te has negado.
Pero no te vas porque tu vida se queda aquí, y aquí va a estar siempre. Y si tu vida se queda, la mitad de la mía también. Entonces nunca me iré por completo. Entonces he de volver, nada más a descubrir que irme, lo que es irme, nunca me fui.
Hay cosas que duelen mucho, poquito, nada.
Cuatro horas de distancia duelen mucho. Y no puedo dejar de pensar en eso, y me curo de dolor a priori pensando que siempre habrá un fin de semana, un receso, un puente, vacaciones que acorten el espacio, de allá hacia acá o viceversa.
Hay cosas que duelen, pero que las tienes que sufrir. No hemos de ser nada antes de pasar por ese fuego forjador. Entre más cale, más fuerte te hace, a menos que te chamusques en el intento.
Hay cosas que duelen, pero en lo que llegan hay que aprovechar el abrazo, el beso; hay que generar el recuerdo, para que esas cosas, cuando las tengamos enfrente, duelan menos, poquito, nada.
Je t’aime beaucoup
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