domingo, diciembre 17, 2006

Partículas Suspendidas...clases, también.

Noviembre fue tiempo de cosecha en esta región de granos y zanates. Las trilladoras comenzaron a hacer labor hasta donde su capacidad se los permitía y mientras los granos eran separados, miles de millones de pequeños fragmentos de tallos de sorgo seco comenzaron a volar por los aires dispersándose alrededor.

Pasaron unos cuantos días, y los fragmentos más pequeños, mínimos, fueron acumulándose en el aire formando una densa capa de diminutos restos vegetales que oscurecía el horizonte en el más despejado de los medios días. Los campos más avanzados en la cosecha comenzaron a practicar la añeja costubre de la quema del terreno: más gris al ya oscurecido horizonte de este bajío, hogar adoptivo.

A mediados de Noviembre, todo citadino desentedido del campo podía darse cuenta que era tiempo de cosecha y quema, siempre y cuando se tomara el tiempo de disfrutar el atardecer. Gracias a los miles de partículas suspendidas en el aire, las puestas de sol en Irapuato se convirtieron en un espectáculo que yo no había visto: cada atardecer era un incendio, rojo como ninguno, extendido por todo el horizonte más allá de lo que corresponde a un atardecer cualquiera. Eran casi obscenos de tan coloridos, e impresionantemente duraderos.

Desde la casa regia, un departamento en tercer piso cuya ventana de la sala tiene una vista al oeste sin obstáculo alguno, el espectáculo era maravilloso. Uno podía olvidar facilmente lo que se respiraba diario. Era una vista para olvidar al resto del mundo.

Conforme pasó el mes las partículas de sorgo seco y quemado fueron volviendo al suelo de donde surgieron por acción de la implacable gravedad, y los atardeceres han disminuido en su intensidad, retomando un poco el pudor correspondiente al invierno cercano.

Una vez entrado Diciembre solo había una cosa en qué pensar, más mundana que los atardeceres y casi tan liviana como un fragmento de tallo seco de gramínea: VACACIONES. Volver al hogar materno, poder observar cada día el rostro del destino de mis anhelos, ver a los viejos amigos, dormir por puro gusto a deshoras y despertar de la misma manera.

Este fue el primer fin de semana de vacaciones. De momento, no necesito nada más.
 
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