domingo, julio 30, 2006

Este cuento se acabó...

Se me acabaron las vacaciones. Me la pasé en mi casita la mayor parte del tiempo, le di tiempo al tiempo para que pasara y yo lo disfrutara como se merece cualquier mortal que haya sido victima de estos tiempos modernos, donde solo los hiperactivos tienen lugar.

No hay nada de malo con la flojera, mientras te permita con obtener alimento y no lastime a nadie. Y tengo el apoyo de un galeno que de lo que es bueno para el cuerpo debe de saber bastante. Así que estos quinces días fueron una oda al reposo casi absoluto.

Con excepciones, como ir a comer a Oponguio, conocer a los nuevos sobrinos putativos, ir a ver a los ahijados que todavía no son, y checar aparatejos delicados de vez en vez, con esas excepciones decía yo, estas vacaiones le dediqué mi tiempo a la razón de mis desvelos y la razón de mis cefaleas (esta última soy yo misma), y de repente hasta me dio por hacer algo de ejercicio. Vaya, lo que hace el ocio. ¡Ah si! y empece a leer otra vez una de las lecturas que hace muuuuucho, pero muuuucho, había dejado en el olvido. Bonito que se siente.

Pero mañana, a la normalidad del tiempo medido. Nada es eterno, por suerte.

Qué caray.

martes, julio 25, 2006

Genealogía en caliente.

De repente me domina la ascendencia anglosajona que todo mexicano posee en lo más recóndito de sus genes más conservados. O al menos eso parece. No importa que mi piel sea morena (de un tono amarillento de repente), o que mis ojos y mis cabellos sean más negros que la noche, ni que las actas de nacimiento (o bautismales) hasta 3 generaciones antes que yo esté firmadas por jueces (o sacerdotes) mexicanos. Y no lo digo por que haya sufrido un ataque de malinchismo febril, o quiera huir de ser parte de este pueblo que últimamente tiende por el escándalo y la impugnación; no, no no.

Lo digo porque esta hipótesis me permite tener un origen a mi aversión casi patológica al calor. Yo no puedo estar en un lugar a 30 grados porque mi sensible cuerpecito cree que son por lo menos 35, entrando en un estado de trance para mantener la homeostasis y evitar morir como un güerito cualquiera por golpe de calor. Este estado de trance me impide pensar bien, hace que me duela la cabeza y por ende, que me ponga de muy mal humor. Entonces tengo que dormir, solo para despertar en un mar de jugo glandular que me da propiedades aromáticas y de adheribilidad, lo que me pone todavía de peor humor.

Lamentablemente, a diferencia de los franceses, con los que comparto terrible angustia, yo no tengo dinero con qué hacerme una playa artificial a los lados del río (o el arroyito que se hace en la calle cuando llueve) y echarme a pensar que estoy en Ixtapa (en Acapulco ya no, porque yo si me asusto con las noticias lúteas).

La buena noticia es que ha estado lloviendo mucho, por lo que la temperatura ha bajado y mi humor se ha mantenido en un nivel muy aceptable. Lo malo es que las colonias de siempre ya se volvieron a inundar. Lo bueno es que yo vivo en la punta de la loma y yo no me inundo. Lo malo... ah no... ya no hay otro malo.

En fin, en lo que descubro por qué mi termostato no se dio cuenta que soy mestiza amorenada y no güera del norte de europa seguiré esperando que mientras sea verano le dé al cielo por llover (aunque sea poquito, pa'que refresque y no se inunde).

viernes, julio 21, 2006

"El factor dios"

Por José Saramago.
Publicado el 18 de Septiembre de 2001, en el diario El País.

En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes.

En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.

En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.

Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.

Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.

El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.

Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.

Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.

Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.

Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.

Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.

Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.


martes, julio 18, 2006

Y sin embargo se mueve...

Y vaya que si lo hace. La humanidad podrá proclamarse con el derecho de habitar la región que le venga en gana, ya sea por razones históricas, económicas, o por vil vanidad y egolatría (¿quién dijo que no se puede vivir en los polos, en el desierto, sobre el mar en una isla artificial? ¿quién?). Podremos esgrimir los más complejos argumentos, las más ridiculas escusas y las mas forzadas razones, pero la verdad es que al ente que es nuestro planeta, cualquier cosa que digamos le viene valiendo un soberano cuerno.

La Tierra sigue su curso, cumple su ciclo, se ajusta a las modificaciones extremas que hemos provocado y continúa su existencia sin el menor miramiento a cualquier asentamiento humano, estructura fabulosa o maravilla arquitectónica. Si las placas tectónicas tienen que chocar, por inercia de miles de años de lento desplazamiento, entonces simplemente lo van a hacer y no hay poder humano que lo evite. Con este tipo de cosas solo podemos esperar que no nos toque. Esto es vil azar (o caos, que los matemáticos están determinados a predecir en lo posible).

Pero si algo bueno tenemos los humanos (aunque por ello hayamos tenido que comer con el sudor de la frente y tener hijos con dolor) son las ganas de conocer y saber todo, de buscar patrones y predecir eventos de manera precisa y sin charlatanerías síquicas. Y movimientos telúricos como los que pasaron en la Isla de Java pudieron preveerse.

Los gobiernos pudieron (y pueden todavía) formar estructuras físicas y de servicios que permitan actuar con prontitud para perder la menor cantidad de vidas posibles ante eventos naturales, tan libres de malicia, como es un reacomodo terrestre; para que un aviso de 45 minutos de antelación, alcance si quiera para evacuar las zonas más cercanas a las costas, o para a que la atención de tantos heridos, damnificados y desplazados sea más efectiva. Lo mismo para quienes deben vigilar el bienestar de poblaciones que 6 de 12 meses al año se la pasan inundados por lluvias constantes, huracanes y otros fenómenos.

Sin embargo no es así, aquí y en la mayoría de los países, los gobiernos se preocupan de que la gente los recuerde por alguna obrilla por ahí, por un buen discurso, para que nadie se fije en la tajada de bien público que se adjudican cada periodo. Quienes quieren gobernar están más preocupados por ser el gallo más gallo antes que por proponer soluciones verdaderamente útiles. Otros, que no tienen suficiente con las desgracias naturales, deciden convertirse en una fatalidad en sí creando guerras a diestra y siniestra, prolongado círculos viciosos de guerras de mil años.

Lo único que digo es que el planeta va a seguir su camino, caigamos o no en cuenta de ello, y mientras sigamos esforzándonos más en perder nuestro tiempo en pequeñeces va a pasar menos tiempo del esperado de aquí a que el planeta vuelva a la infinita calma que implica no poseer ninguna forma de vida "inteligente".

Fin.

domingo, julio 16, 2006

Ciclos

El tiempo corre sin ninguna consideración. Basta pensar que hace 10 meses iniciaba una etapa en la que no sabía qué iba a ser de mi vida como egresada de una universidad pública. Eventos ventajosos fueron dándose uno tras otro, al punto tal que hoy, casi un año después me encuentro otra vez a punto de terminar otra etapa, con mi futiro definido (al menos en idea) por los próximos dos años.

Estoy convencida que la vida hay que planearla a corto plazo, aunque siempre sea bueno tener idea de lo que uno quiere ser y hacer dentro de muchos años. Pero al pasito, éso es lo mejor que podemos hacer, pienso. Se hace camino al andar, dice la canción y yo no puedo estár más de acuerdo.

Eso sí, iniciar un nuevo ciclo siempre es toda una experiencia, conocer nuevos lugares, pesonas, experimentar diversas circunstancias, ponerse a prueba, correr riesgos. Sentir otra vez dolor de panza a priori. Especular, imaginar, presentir. Pero avanzar, siempre avanzar. Recordar lo mejor de lo que queda atrás y cargar sólo con eso.

¿Qué tanto vendrá? Solo el tiempo lo dirá.

martes, julio 11, 2006

Y para tí...

...un abrazo largo, muy largo y un suave beso en la mejilla. ¿me dejas dártelo en los labios?

miércoles, julio 05, 2006

GRACIAS...

...por pasar tus años junto a mí.


Otra de Leonardo...

Por si fuera poco haber sido un gran artista, iniciar de nuevo al mundo en la anatomía y fisiología del cuerpo humano, crear artilugios mecánicos de cualquier clase, además Leonardo Da Vinci se dió tiempo de investigar los mecanismos de la fonación y el perfeccionamiento de sonido. Matemático, ingeniero nato, diseñó (haciendo uso de un dibujo técnico que él mismo perfeccionó) una cantidad impresionantes de instrumentos imaginarios que bien recuerdan a los pianos modernos, el acordeón y otros que ya no son novedad para nosotros, pero que fueron de nuevo concebidos y construidos algunos siglos después.

Sus anotaciones son una muestra de paciencia y genialidad, un gran talento para el trazo y para lograr describir con él los mecanismos más simples y muchos otros más complejos. Su escritura al revés es el reflejo de una mente inquieta, demasiado inquieta. ¿Como pudo imaginar tanto en una sola vida? Es cierto, entonces no existía la tele.

Leonardo y la música, es una excelente expocisión, con la construción fiel (hasta donde es posible) de los instrumentos ideados por este genio, así como el acceso a los códices digitalizados que contienen sus diseños. También incluye una serie de video conceptuales y una sala interactiva donde puede uno tocar algunos de los instrumento y recrear los experimentos sobre el sonido que él describió.

Simplemente excelente. La expo estará en Morelia hasta el 20 de Julio, luego se irá a a pasear por distintas ciudades de la República. Muy recomendable. Si tuviera un ranking de estrellitas de 0 a 5, le daría las 5.
 
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